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Actualizado: 29 de junio de 2025
Luego, nada más. Los músicos han partido, los pocos transeúntes atraídos se alejan, el silencio y las sombras recuperan su dominio y sólo queda allí el guardián de noche que ha gozado de la serenata, pensando tal vez en su nido calentito.
D. Juan, que se halla mientras tanto en casa de Dorotea, la reconviene vivamente por sus infidelidades; contéstale ella con frialdad, porque sabe que su futuro suegro se opone á su casamiento á causa de los escasos bienes de fortuna que ella posee, é intenta casarlo con otra. Óyese entonces en la calle alegre música: es una serenata, que le da el príncipe D. Enrique.
Cuatro instrumentos de fuera de casa, y una misita rossiniana de las más ligeras, con objeto de no gastar mucho. Para esto más valdría tocar sólo el órgano. La víspera de la fiesta, la música de la Academia de Infantería tocaba por la noche ante la catedral, según antigua costumbre. Todo Toledo acudía a la serenata, que era un acontecimiento en la vida monótona de la ciudad.
El fundador del Faro, aclamado al entrar en su casa, se vió precisado después a asomarse al balcón, donde fué nueva y calurosamente vitoreado. Por la noche, sus amigos le obsequiaron con una serenata. Convendría ponerle una barbada suave dijo Pablito. O un filete respondió Piscis gravemente. Ambos guardaron silencio. Pablito exclamó: ¡Maldita yegua! No he visto en mi vida boca más dulce.
Su insensatez incoherente no se presta á clara interpretación. Convertido en músico, su diablo lacayo va con Fausto á dar serenata á Margarita; y Fausto tiene la impiedad y la poquísima vergüenza de que su diablo lacayo insulte con indecentísimas coplas á la pobre muchacha por la falta que ha cometido en amarle y en consentir en ser suya. Ahora viene lo mejor.
Muchas familias de Palma veraneaban ahora en la Cartuja, convirtiendo las celdas en hermosas habitaciones, y cada cual quería que la suya fuese la de Jorge Sand, infamada y despreciada por sus abuelas. Febrer había visitado el convento con un nonagenario de los que fueron vestidos de moros a dar serenata a la francesa. No se acordaba de nada; no podía reconocer la habitación.
Nada de juegos y atrevimientos, ¿eh? Ya sabe usted que soy fuerte y cómo las gasto. Toda la noche la pasó Rafael despierto y revolviéndose en su cama. Los partidarios le habían obsequiado con una serenata hasta más de media noche. Los más notables se mostraban ofendidos por haber pasado toda la tarde en el casino esperando en vano al diputado.
El director contestó que llegarían a la noche. «Perfectamente; se dijo, si la música no va a recibirle, al menos no se quedará sin serenata. ¡Y que rabien esos miserables!» La llegada del duque de Tornos coincidía, como hemos visto, con la romería de San Antonio.
¿No es la España del pasado, lo repito? ¡Id a dar una serenata en Buenos Aires, bajo la luz eléctrica, en medio de un millar de transeúntes y en combinación con las cornetas de los tranvías! Uno de mis amigos de Bogotá, queriendo organizar una serenata para la noche siguiente, llamó a un director de orquesta especialista y le pidió su presupuesto.
Palabra del Dia
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