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Actualizado: 29 de junio de 2025
El aullido continuó sonando a largos intervalos, y cada vez que su ronca estridencia cortaba el silencio, Febrer se estremecía de impaciencia y de cólera. «¡Cristo! ¿Iba a pasar así la noche, desvelado por esta serenata amenazadora?...»
Cuando su padre entonaba con vozarrón de sochantre el aria de bajo de Lucrezia Borgia o la serenata de Fausto, la niña se enternecía, empezaba a hacer pucheritos, y concluiría por llorar frenéticamente, si antes no diese la brigadiera la voz preventiva de: «¿Quieres callarte, Fernando?»
No menos célebre fué su oposicion á una serenata sentimental que algunos querían dar á cierto gobernador en la víspera de su marcha: D. Custodio que estaba algo resentido por no recordamos qué desaires, supo insinuar la especie de si el astro veniente era enemigo mortal del saliente, con lo que atemorizados los de la serenata, desistieron.
Sí, despues del palo, ¡que cantemos y demos gracias! ¡Super flumina Babylonis sedimus! ¡Sí, un banquete como el de los presos! dijo Tadeo. Un banquete en que estemos todos de luto y pronunciemos discursos fúnebres, añadió Sandoval. Una serenata con la Marsellesa y marchas fúnebres, propuso Isagani.
Y el ingeniero adivinaba algo de ridículo en su situación, como si realizándose las irónicas fantasías del doctor acabasen de sorprenderle dando su serenata ante el hotel del millonario. Aún pasearon mucho tiempo los dos amantes. Deteníanse para contemplar una flor rara, seguían con atención infantil los saltitos de los pájaros corriendo por los andenes.
Al saludo jovial de la cañada y del sipao que trina en la enramada, su romántica y triste serenata, van pasando sus linfas transparentes bajo el arco de hierro de los puentes como una eterna procesión de plata. En la aurora de mi vida, aún sin dolores aciagos, te he visto, de azul vestida, flotando en mis sueños vagos.
Los socios comenzaron á salir; pero aquella fracción ignorante y turbulenta, que ocupaba siempre uno de los rincones del café, no creyó conveniente salir sin decir algo. Calleja subió á una silla y gritó, dirigiéndose á los suyos. ¡Señores, serenata á Morillo! La idea fué acogida con estrépito. Morillo era el Capitán general de Castilla la Nueva.
Julî fué la causa de la paliza, que el buen cura administró á unos jóvenes que recorrían el barrio, dando serenata á las muchachas. Los maliciosos, al verla pasar seria y cabizbaja, decían de manera que ella oyese: ¡Si quisiese, Cabesang Tales sería indultado! La joven llegaba á su casa sombría y los ojos estraviados.
Cotogni está cantando con inefable dulzura la serenata, mientras en la orquesta los violines ríen a mezza voce, como les lutins en la sombra de los bosques... ¡Pero el inglés que acompaña a mi vecina, debe ser un hombre feliz!
Pero la proposición, por su audacia, forzosamente había de agradar a un hombre como el barbero, el cual acabó riendo, como si la aventura fuese graciosísima. Es verdad; podríamos ir. Tendrá chiste que la célebre diva nos vea llegar como unos venecianos para darla una serenata en medio de su susto... Casi estoy por ir a casa y traerme la guitarra.
Palabra del Dia
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