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Actualizado: 29 de junio de 2025


Aquella noche misma, algunos de los franceses residentes en Sevilla, creyendo obsequiar á su compatriota, fueron á darle una serenata, pero parece que el ilustre diplomático no estaba tampoco para músicas y no dejó muy contentos á los filarmónicos.

Espera un instante; déjame escuchar la serenata de ese ruiseñor que canta encima de nosotros. Si yo tuviese su voz y su inspiración, hermosa mía, también pasaría la noche cantándote al oído el himno del amor. No aquí dijo ella riendo y poniéndose en pie , porque aquí no te escucharía. ¡Un instante, un instante nada más!

Los Gandarvas descendían del Baikounta o paraíso de Vishnú para cantar sus alabanzas y las Apsaras para tejer danzas en torno suyo. Esta serenata y este baile famosos, apellidados la rasa, se representaban aquella noche. En anchas plazas bailaban lindas bayaderas. La circunstante y bulliciosa muchedumbre gozaba en mirar y aplaudía con locura.

Aquel lenguaje periodístico tan animado y fogoso, aquellos tan nobles pensamientos, el entusiasmo por los intereses de Sarrió, la franqueza y la modestia que en él resplandecían, llenó de júbilo los corazones y les hizo presentir una era de prosperidad y bienandanza. Por la noche, la orquesta, dirigida por el señor Anselmo con su gran llave lustrosa, dió serenata a la redacción.

Naturalmente hablaban de la batalla próxima, del candidato y de otras particularidades referentes a la elección. El arcipreste lo veía todo muy de color de rosa, y estaba tan cierto de vencer, que ya pensaba en llevar la música de Cebre a los Pazos para dar serenata al diputado electo. Don Eugenio, aunque animado, no se las prometía tan felices.

Es el Adiós o la Serenata de Schubert, el preludio de la Traviata, que, surgiendo en el silencio con su acento tenue y vago, produce un efecto admirable; son, sobre todo, los tristes, los desolados bambucos colombianos, con toda la poesía de la música errante de nuestras pampas.

Después que leas, tocaré la serenata de Carl de Weber dijo Stein, que sólo a favor de esta recompensa podía obligar a María a aprender lo que quería enseñarle. María tomó con mal gesto el papel que le presentaba Stein, y leyó corrientemente, aunque de mala gana: AL RETIRO

Ya verás mañana á la noche si hablo ó no. Es que cuando voy á empezar me hace unas cosquillas la lengua ... y me trabo. Pero no tengas cuidado que los voy á dejar aturrullados. ¡Serenata á Morillo! dijeron cien voces. Señores exclamó uno de los mas célebres oradores de la Fontana váyase cada uno á su casa, que estos desórdenes nos van á desacreditar. Cada uno en paz á su casa; nada de gritos.

No quise recogerme sin escribir antes a Linilla. Todo reposaba en torno mío. Por la ventana, abierta de par en par, entraban los aromas del jardín; el agua corría silenciosa por el sumidero del pilón, y de cuando en cuando, anunciador de la estación florida, preludiaba un jilguero su amorosa serenata.

No poco después, cuando por la noche se halla al lado de ella, oye una serenata delante de su ventana; la reconviene; entabla con ella un diálogo animado, y, presa de su pasión, se estima autorizado á romper su sigilo respecto á Don Jerónimo.

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