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Actualizado: 26 de junio de 2025


Miguel vivía entre los bienaventurados; el roce de aquellas manos en su cabeza le producían espasmos de dicha, y el perfume de la pomada de heliotropo que la planchadora usaba, causábale una embriaguez dulce y feliz como no volvió a sentirla jamás en su vida. Es condición precisa de las planchadoras, y también de las que no lo son, hacer con gusto el papel de ídolos y propender a la dominación.

El cabildo se formó en dos filas, con la cabeza baja, prestando acatamiento a su príncipe. ¡Qué mirada la de don Sebastián! Los canónigos, inclinados, creyeron sentirla en la nuca con una frialdad de acero.

La tarde de Todos los Santos Ana creyó perder el terreno adelantado en su curación moral; la aridez del alma de que ella se había quejado a D. Fermín, y que este, citando a San Alfonso Ligorio, le había demostrado ser debilidad común, y hasta de los santos, y general duelo de los místicos; esa aridez que parece inacabable al sentirla, la envolvía el espíritu como una cerrazón en el océano; no le dejaba ver ni un rayo de luz del cielo.

Las comadres, al sentirla de lejos, trancaban las puertas; los chicos soñaban con ella, y los mismos serenos, que han sido aquí siempre hombres muy templados, al atisbarla en lontananza, hacían como que no habían visto nada y se iban por otra calle opuesta.

No; Salvador no trataba de escudriñar aquella sagrada dolencia que atormentaba su espíritu con dulcísimo amargor; dejaba su pasión quieta, clavada en su vida como un dardo de fuego, única y decisiva en su destino. Le bastaba sentirla luminosa en su conciencia, ardiente y pura en su corazón.

Bebió el Delfín muchas cañas, porque opinaba con gran sentido práctico que para asimilarse a Andalucía y sentirla bien en , es preciso introducir en el cuerpo toda la manzanilla que este pueda contener. Jacinta no hacía más que probarla y la encontraba áspera y acídula, sin conseguir apreciar el olorcillo a pero de Ronda que dicen que tiene aquella bebida.

Y así todo lo más que se come es corrompido y hediondo, como el mabonto de los negros zapes. Y aun con el agua es menester perder los sentidos del gusto y olfato y vista para beberla y no sentirla. De esta manera se come y se bebe en esa agradable ciudad. ¿Pues si en comer y en beber hay este regalo, en lo demás cuál será?

Podrá sentirla el hombre harto de vivir y pensar; pero un chico de diez y seis años, como era Tirso entonces, cuando entró en el Seminario, ¿qué entendería de consagrarse a Dios? ¡Fue una verdadera infamia, un engaño, un robo, un secuestro ad mayorem Dei gloriam! respondió Millán como cuando se meten los jesuitas en familia donde hay niña con dinero, y al poco tiempo cátatela monjita.

Puedo juzgar por mismo, y como mi fortuna me permite no mirar a la de la mujer con quien me case, no me molesta ningún prejuicio...» ¡Ah! eso es exclamé sin dejar de leer. «No deseo ni dote, ni relaciones, ni gran trascendencia intelectual en mi prometida, y que solamente con sentirla en perfecta comunidad de ideas conmigo, podré amarla.

Habiendo comprendido el Duque de Medinaceli la conveniencia de destruir ó tomar las dos galeotas que ahora estaban cerca del puente, en el fondo del caño, mal podían dejar de sentirla los generales de mar, sabedores de lo que fuera capaz de hacer con ellas Dragut; y no obstante, ni Juan Andrea Doria, bien que se hallara enfermo por entonces, ni Gasparín Doria, su Capitán de bandera, ni D. Sancho de Leyva, atendieron las reiteradas instancias del Capitán general de la empresa, desdeñando la operación de acometer con tan gran armada á dos embarcaciones, con menosprecio de la autoridad del jefe, y con carga de la responsabilidad que sobre ellos vino á caer por entero.

Palabra del Dia

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