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Actualizado: 26 de mayo de 2025


He encontrado en su beso toda el alma de una madre, y este descubrimiento me hubiera causado alegría, si yo aun hubiese sido capaz de sentirla. ¿Por qué Adela nos ha abandonado cuando íbamos a ser tan felices? Yo , Eduardo, por qué nos ha abandonado. Porque no era a a quien amaba. 11 de junio.

Don Fadrique respondió sólo con un suspiro, con una exclamación inarticulada, que el padre creyó descifrar como si dijese que diez y siete años antes Doña Blanca era muy otra, y que además la misma dureza de su carácter y la briosa inflexibilidad de su genio hacían más vehemente en ella toda pasión, incluso la del amor, una vez que llegaba á sentirla.

Te tengo lástima, Miguel; y debes sentirla por , ¡por , á quien has hecho tanto daño! El príncipe, á pesar de su humilde encogimiento, protestó. Había sido imprudente: era cierto. Aquella agresión en el Casino y el maldito duelo representaban un escándalo estúpido.

Yo no había llegado ni me consideraba capaz de llegar a tan gentil idolatría. Sólo he entrevisto y columbrado así la capacidad de sentirla como el hechizo que debe de haber en ella, desde que fui de Juan Maury.

Para sentirla, basta un buen corazón como el tuyo y el mío; para pintarla con su verdadero colorido, se necesita la fresca imaginación de un poeta y yo no la tengo.

Y no atribuyo tampoco mi cortísimo entusiasmo por aquella antigua poesía española á que para entenderla y sentirla bien, importa trasladarse en espíritu á la edad en que se compuso.

Y este mismo placer, esta complacencia egoísta, que ella no podía evitar, que la sentía aun repugnándole sentirla, era nuevo remordimiento. Se sorprendía sintiendo un bienestar confuso cuando funcionaba en ella la lógica regularmente y creía en las leyes morales y se veía criminal, claramente criminal, según principios que su razón acataba.

Pero aun aquella misma niña era ocasión de nuevos y crueles tormentos. No verla a solas sino de tarde en tarde; hallarse obligado a disimular sus sentimientos, a besarla fríamente como los demás, más fríamente que los demás; no poder llamarla hija del corazón, no sentirla gorjear el tierno nombre de padre, le entristecía y en ciertos momentos le desesperaba.

Sus ropas parecían no haberse desprendido de su rechoncho cuerpo desde que nació, y sus greñas mal peinadas, de color de barbas de maíz, despedían un olor a pomada de baratillo, más desagradable que su aliento. Isidora sentía hacia ella repulsión invencible; no la podía mirar, no la podía tocar, y al sentirla cerca, se estremecía de horror. Antes moriría de hambre que comer cosa guisada por ella.

Crea usted, Gabriel, que ese archivo es un panteón de grandes hombres, pero panteón al fin, en el que nadie resucita. Luego añadió, bajando la voz: La Iglesia ha sido siempre poco amante de la música. Para comprenderla y sentirla hay que nacer artista, y ya sabe usted lo que son todos estos señores que cobran por cantar en el coro... sin saber música.

Palabra del Dia

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