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Actualizado: 9 de julio de 2025


Una semana después del encuentro con Linda, al pasar por los soportales de la calle principal de Logroño se encontró con Bautista que venía hacia él indiferente y tranquilo como de costumbre. ¿Pero dónde estás? exclamó Martín incomodado. Eso te pregunto yo, ¿dónde estás? contestó Bautista. ¿Y Catalina? ¡Qué yo!

¡Que se necesita una semana para leer todo esto y ante la imposibilidad de hacerlo acaba uno por no leer más que los títulos y a veces ni eso! ¿De modo que los diarios no sirven para nada? Van en ese camino, como que han pasado de la síntesis informativa a la dilución abrumadora. ¡Es ganas de criticar! No hay tal y en menos; pero mira... 36 páginas... y... 24 páginas...

Dicho esto, el señor Macey hizo una pausa, esperando quizás algún signo de emoción por parte de su interlocutor. Viendo que Marner no decía nada, prosiguió: Y en cuanto al dinero para el traje completo, debéis ganar con vuestro telar una libra esterlina por semana, maese Marner, y todavía sois joven, me parece, aunque parezcáis muy agobiado.

Consta de una cuenta antigua original, que ha llegado á mis manos, del Palacio Real de Madrid, que desde el 5 de octubre de 1622, los domingos, jueves y días festivos de cada semana, se representaron en el aposento de la Reina muchas comedias.

La semana siguiente dejó Juana el castillo de Candore, triste pero resignada, llevándose con la débil prenda de su amor el recuerdo del pasado y la promesa consoladora del porvenir.

Los cuatro holandeses y Lu-Hang hacían a toda prisa los preparativos para el abandono del buque. Tenían ya en la cubierta los fusiles, algunas hachas, municiones, víveres para una semana, un gran barril lleno de agua, remos, una vela, un palo para sostenerla y algunas mantas. ¡A embarcar! ordenó el Capitán.

Al comunicarse el resultado de aquélla a la señora de Ponce, llevó ésta la mano de Juan a sus enjutos labios. Nada puedes añadir a mi felicidad presente, Juan; pero, dime, ¿por qué se lo ocultaste a Carolina? Juan se sonrió en silencio. Al cabo de una semana terminaron las formalidades legales necesarias, y Carolina fue devuelta a su madrastra.

¿Qué le ha pasado? ¿Está enferma? preguntó. Ahí la tiene V. ¿Dónde? dijo mirando a todas partes, sin ver rastro de china. Ahí. ¿Pero dónde? Esa marrana que tiene V. delante. ¡Cómo! exclamó mi amigo, creyendo que el chino se había vuelto loco. , señor; ya sabíamos en casa que de esta semana no podía pasar. Usted, señor, por lo visto, no sabe lo que ocurre en este pueblo...

JOAQUÍN. ¡Soltera! Si yo no me casara contigo, tendrías ocho mil pretendientes por semana. Vestiré muy bien, protegeré las artes, seré una gran señora. Te diré... Mi casa va a tener que ver, porque no entrará en ella nada que no sea de lo más escogido. No has de ver ni cosas vulgares, ni tapicerías chillonas, ni objetos de mal gusto, ni cosa alguna que se vea en otra parte.

La visión repentina de la verdad después de las ilusiones que había creado el gobierno con sus partes optimistas , la certeza de que los alemanes estaban próximos, cuando una semana antes se los imaginaban muchos en plena derrota, los taubes volando sobre París, la misteriosa amenaza de los zeppelines, enloquecían á una parte del vecindario.

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