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Actualizado: 9 de julio de 2025
Los artesanos de esta villa ¡están tan echados a perder! El que más y el que menos pasa el domingo y el lunes en la taberna, y algún día también por la semana. ¿Cuántos son los que traen el jornal a casa y lo entregan a su mujer, dígame por su vida? Si es marinero, se le ve una vez cada año; trae cuatro cuartos, y hala, otra vez para allá.
Así mismo me enseñó mi padre y seis días de la semana tenía que aguantarme en esa posición lo menos una hora por día, sosteniendo á brazo tendido el pesado bastón herrado de mi padre, hasta que el brazo me parecía de plomo. ¡Hola, bribonzuelos! ¿cuánto os falta todavía? Hasta que el sol salga por encima de aquel roble más alto y nos haga cerrar los ojos, contestó el mayor.
Después de la comida, supe que don Guillén era lectoral en la catedral de Castroforte, y que venía a predicar los sermones de Semana Santa en la capilla del Palacio Real. De seguro era un pico de oro.
Allá en su casa de la costa, antes de que se elevase el sol ya tenía él en el fondo de la barca con qué comer toda una semana. ¡Miseria de las ciudades! De pie en los últimos peñascos de la escollera, tendía la vista sobre la inmensa llanura, describiendo á su sobrino los misterios ocultos en el horizonte.
Durante los siglos XVI y XVII la pena de muerte en Sevilla se practicaba con tanta frecuencia que como dice muy bien don Aureliano Fernández Guerra, apenas había semana en que no se llevasen á cabo una ó más ejecuciones.
Esta señora, mucho más joven que Clementina, era no obstante su íntima amiga, el confidente de sus secretos. Comía tres o cuatro veces a la semana con ella, y raro era el día que no salían juntas a paseo.
Durante la última semana de la permanencia del joven en la Venerie, los síntomas de la loca pasión de Juana se revelaban cada vez más a las miradas curiosas de los celosos que la observaban.
Si el viajero es norteamericano, encontrará un grupo de compatriotas que se muestran muy entusiastas en cuanto al porvenir de la Banda Oriental, nombre que se da a menudo al Uruguay, por estar al este del Plata, y si le es posible permanecer una semana en el suntuoso Ramírez o en Pocitos, jamás podrá olvidar las gratas impresiones que tan deliciosos lugares han de producir en su alma.
Mi madre está en la villa ascar manteca, pan de álaga y azúcara..., y mi padre trijo esta meodía dos jarraos de vino blanco, ¡más güeno! Y toos los güevos de la semana están guardaos pa hoy..., má e quince, así de gordos.... Ello, vamos á gastar en esta noche-güena veintisiete rialis que están agorraos. ¡Miá qué cencia!
Unas decían: «Esperadme ocho días más, porque si bien nuestro asunto está terminado, no quiero marcharme sin hacer una pequeña contrata de pinos, pues desde aquí oigo los gritos de la casa de los Cigarrales pidiéndome que la ensanche». Más adelante escribía: «Con estos malditos temporales no hay carricoche que se atreva con las Siete Revueltas», y una semana después se disculpaba así: «Un excelente amigo, que vive en la misma posada, ha caído en cama con tan fuerte pulmonía que no me es posible abandonarle en este solitario pueblo.
Palabra del Dia
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