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Actualizado: 9 de junio de 2025


El sábado, al cobrar la semana los trabajadores de la bodega, el encargado les entregaba la papeleta a todos: una invitación para que al día siguiente asistiesen a la misa que costeaba la familia de Dupont en la iglesia de San Ignacio. Si la fiesta era con comunión general, el convite aun resultaba más ineludible.

Todos ayudaban a la grande obra de la limpieza y buena distribución de los muebles, al adorno y arreglo de la casa, que estaba primorosa. No faltaba en ella más que una cosa, el amo. Esperábanle cada semana, cada día, cada hora. Se habían recibido cartas suyas.

¡Pues eso sólo le faltaba a usted! exclamó aquí Neluco llevándose las manos a la cabeza, como yo me las había llevado poco antes y con el propio motivo . Con una compañera de esa estofa no viviría usted aquí en santa paz media semana. Mil veces peor que la enfermedad sería la medicina.

Por esta razon, el Domingo despues de Resurreccion, movieron los reales, se encaminaron hácia los pueblos, y llegaron á la estancia de San Bernardo, que es del pueblo de Santo Angel, al Domingo siguiente, con marcha de una semana, siendo en otras ocasiones camino de un dia, y en las cercanias de esta estancia los esperaba escondidos y en silencio el ejército de los indios, por consejo de los gentiles Guanoas y Minuanes.

En la lechería de mi casa hacen unos quesos tan grandes que un día la yegua se cayó en la artesa, y no la encontramos sino después de una semana. El pobre animal tenía el espinazo roto, y yo le puse un pino de la nuca a la cola, que le sirvió de espinazo nuevo. Pero una mañanita le salió un ramo al espinazo por encima de la piel, y el ramo creció tanto que yo me subí en él y toqué el cielo.

Mamá, me ha dicho una persona bien enterada que en el purgatorio acaban de suprimir los pianos. Hasta allí se van mejorando las costumbres. Mamá, ¿será faltarte al respeto decirte que hoy te has echado muchos polvos de arroz? Mamá, si yo tuviese una hija, por lo menos un día a la semana, la dejaría dormir cuanto quisiera. Estos donaires, cuando subían de punto, solían costarle bastante caros.

Probablemente con mi tío. Y yo detrás. Veremos...; pero crea usted que desde ahora hasta el verano ya se le habrá quitado a usted eso de la cabeza. No vaya usted a creer que es un capricho. Cristeta le miró algo severa, frunció el ceño y respondió: Nunca he creído yo que pudiera servir para satisfacer caprichos. <tb> Aquella misma semana tuvieron varias conversaciones parecidas.

Su marido se bebe casi todo el jornal, y a mitad de semana, ¡claro! tiene la infeliz que apretarse la barriga... ¡Válgate Dios! Y las más de las noches viene borracho perdido a casa, y le da cada sopimpa que la deja por muerta. ¡Cuántas veces se va la pobrecilla a la cama sin cenar y harta de palos!... Luego quieren que una, viendo estas cosas... ¡Vaya, más vale callar!

Preguntó si había algunos retazos, que la vieja recogía trapos dos días en la semana por las calles, como las que tratan en papel, para acomodar jubones incurables, ropillas tísicas y con dolor de costado de los caballeros. Dijo que no y que por falta de harapos se estaba, quince días había, en la cama, de mal de zaragüelles, don Lorenzo Iñíguez del Pedroso.

Estaban éstas aguzando sus aguijones a costa del señor cura, del vicario de semana, de cierta capilla mal arreglada, etc. No presté al principio gran atención a lo que se decía tan cerca de y me contenté con experimentar una fuerte distracción representándome la fisonomía feliz de mis dos charlatanas.

Palabra del Dia

rigoleto

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