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Era una especie de resurrección del ánimo, de la imaginación y del sentimiento la aparición de aquella arrogante figura de caballo y caballero en una pieza, inquietos, ruidosos, llenando la plaza de repente.

En invierno, para ajustarse a la antigua regla de su orden, sólo usaba humildes pieles corderinas. Ayunaba dos cuaresmas al año: una, desde el día de Quatour Coronatorum hasta el día de Navidad; otra desde el Domingo de Carnestolendas hasta la Pascua de Resurrección. Era su cuerpo menudo, su rostro cetrino y como hecho de raigambre.

Pues bien: al pronto que me vió, echóme los brazos al cuello, demostrando gran interés por mi persona, y no sólo me pidió nuevas acerca de mi salud, sino que me rogó le contase algunos pormenores de mi fusilamiento y para él milagrosa resurrección.

Cuando él se casase y la fortuna del viejo Valls pasara a sus manos, iban todos a asombrarse de la magnífica resurrección de los Febrer. ¿Y aún se escandalizaban algunos de su resolución y sentía él ciertos escrúpulos?... ¡Adelante!

Cierra al dolor tu corazón, poeta; para las dichas guárdalo; ahuyenta los fantasmas de las penas que hoy sólo la alegría ha de ocuparlo. Deja la puerta de tu estancia abierta al paso del amor y obra el milagro de tu resurrección inesperada con la consolación de lo esperado.

Luego, sin transición, se extendió sobre el cielo un día sereno, místicamente suave, somnoliento y bello; palpitante como si revoloteara en el aire la vida con alas invisibles; la Naturaleza despertaba a una exuberante resurrección. Y a la pobre enferma la sentaron al aire libre, postrada bajo aquel sol glorioso que lo doraba todo con sus rayos.

La pecadora fue llevada a las Micaelas pocos días después de la Pascua de Resurrección. Aquel día, desde que despertó, se le puso a Maxi la obstrucción en la boca del estómago, pero tan fuerte como si tuviera entre pecho y espalda atravesado un palo. Molestia semejante sentía en los días de exámenes, pero no con tanta intensidad.

26 A vosotros primeramente, Dios, levantando a su Hijo, Jesús, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad. 1 Y hablando ellos al pueblo, sobrevinieron los sacerdotes, y el magistrado del Templo, y los saduceos, 2 resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en el Nombre de Jesús la resurrección de los muertos.

El príncipe de Polignac me presentó a él y le indicó que yo era el francés más simpático a Grecia que, como ministro, podía ofrecerle. Alegrábame yo de asistir con semejante título y en tan elevadas funciones, a la resurrección de aquel imperio, en el país de los grandes recuerdos y de participar como lord Byron, el heroico poeta, de resurrección tan gloriosa.

5 Y Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el príncipe de los sacerdotes; pues escrito está: Al príncipe de tu pueblo no maldecirás. 6 Entonces Pablo, sabiendo que una parte era de saduceos, y la otra de fariseos, clamó en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo: de la esperanza y de la resurrección de los muertos soy yo juzgado.