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Las otras, más ligeras o menos honradas, veían, sin embargo, en ella la mujer de talento, la dama de gran nombre, de riquezas inmensas, de carácter firme e independiente, que sin prescindir jamás de las justas conveniencias que exige un rango elevado, sabía sacudir toda imposición que repugnase a su conciencia o a su decoro, constituyendo así lo que admiran tanto las medianías rutinarias, que sólo saben copiar lo que halaga la vanidad o seduce al instinto: un tipo original, genuinamente noble, digno y honrado.

Pero, con todo, no se puede negar que el diablo, por medio de los artificios de la moda, suele agregarnos a las mujeres algo que seduce, que trastorna; vamos, un no qué que sólo puede ser obra del diablo. Claro está que ello sucede cuando está acertado en la moda, lo que es muy raro en él, pues casi siempre el diablo está dejado de la mano de Dios.

Baguios montando un buen barco mandado por un capitán inteligente, y por ende andaluz y joven, y rico, y con mujer guapa, y con hijos, y feliz, y sin suegra, no hay temor; yo no tengo nada de eso, su vida responde de la mía, de modo que él cuidado; por otra parte, me seduce este viaje, pues estoy aburrido de Manila y deseo conocer los pueblos bicoles.

Apenas instalados en el hotelito que debía servirles de apeadero en París, Magdalena y el señor De Nièvres comenzaron a recibir y el movimiento del mundo hizo irrupción en nuestra vida. Me quedaré en casa una vez por semana para los extraños me dijo Magdalena; para usted estaré siempre. La próxima semana doy un baile, ¿vendrá usted? ¿Un baile?... No me seduce... ¿Por qué? ¿Le da miedo la gente?

Cuando la tengo al lado sufro su encanto, me seduce y quedo vencido. Ausente, trato de comprenderla, la analizo y pierdo la paz de mi corazón... ¡Por qué, pues, es tan triste la dicha! Máximo a su hermano. 25 de octubre. Te envío, puesto que lo deseas, la fotografía de Luciana, y añado la de Elena, a la que te alegrarás de conocer.

Al mismo tiempo dirige una circular a todos los gobiernos, en la que les pide que lo nombren a él juez árbitro para seguir la causa y juzgar a los impíos unitarios que han asesinado a Quiroga; les indica la forma en que han de autorizarlo, y por cartas particulares les encarece la importancia de la medida; los halaga, seduce y ruega.

Del lado del Canadá pues el río determina la línea divisoria con los Estados Unidos, la caída se extiende a todo el ancho del curso, formando una herradura cuya parte cóncava queda al centro; en tierra de la Unión, el brazo es mucho más angosto, y la caída, sin la imponente solemnidad de la canadiense, tiene cierta gracia esbelta, una armonía de formas que seduce la mirada.

En ella, cual si lo presintiera, dio la medida de su saber: si a primera vista no seduce, examinada despacio causa impresión muy honda: esta ejecutada con voluntaria desigualdad que acrecienta el efecto que causa: el campo, tierra, peñascos, cielo y fondo hechos con rápida maestría; las figuras, y en particular las cabezas, minuciosamente construidas, sin que su pequeñez perjudique ni mengüe la impresión que producen, porque a poco que se miren, como si crecieran, parecen de tamaño natural.

Mentiría, Miguel, si te dijese que no me inspira vivo interés y gratitud esa adhesión que desde niño me has demostrado... y que ahora se manifiesta de un modo bien distinto añadió sonriendo. Mentiría añadió con animación y brío si no te confesase que me seduce muchísimo la idea de tenerte en mi poder, de ser para ti madre y amante a un mismo tiempo... ¡Oh, qué situación tan original!

Pero Alicia con su habitual modestia, creyendo siempre, cuando hay un joven en nuestra sociedad, que lo seduce con su encanto, se hacía ilusiones y esperaba que se le declarase. Ahora ha comprendido que para que Martholl se fije en su graciosa persona, tiene que trabajar mucho; entonces, antes de su partida, va a jugar fuerte. ¡Cuida tu grano, querida!