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Actualizado: 1 de julio de 2025
Un biombo cubierto de figuras de oro formaba como una segunda habitación, más íntima, con el suelo alfombrado de pieles blancas de largos y sedosos pelajes, sobre las cuales se amontonaban docenas de almohadones de diversos colores, con reptiles alados y flores inverosímiles. Un olor exótico y penetrante arañó el olfato del invitado. Conocía este perfume. Y miró á la duquesa con severidad.
Después de haberse distraído pensando en esto, miró con atención a su interlocutor y le pareció que no veía con el mismo agrado aquellos bigotes sedosos que antes le gustaban tanto. ¡Ah! Huberto no tenía aspecto de fatigado, y no creía que fuera cuidando enfermos como se fatigaría nunca.
En su extrema sorpresa Silas se dejó caer de rodillas y agachó profundamente la cabeza para examinar la maravilla: era una criatura dormida, una linda criatura regordeta, con la cabeza toda cubierta de rizos rubios y sedosos. ¿Era posible que fuera su hermanita que le volviera en su sueño, su hermanita que él había llevado en brazos durante un año, antes de que muriera, cuando él mismo sólo era un niño sin medias ni zapatos?
Sus primeros seres, las madréporas, dichosos de enterrarse en el suelo hubieran suministrado los fundamentos, por medio de sus alabastrinos ramajes, sus meandros y sus estrellas. Encima sus ondulosas hermanas, con sus cuerpos y sedosos cabellos habrían constituido un blando lecho viviente para abrazar cariñosamente á la divina Madre en medio de sus ensueños de eterno alumbramiento.
El montón de oro parecía brillar y crecer bajo su mirada agitada. Se inclinó por fin y tendió la mano hacia adelante, pero en lugar de las monedas duras de contorno familiar y resistente, sus dedos encontraron rizos sedosos y cálidos.
Los cabellos son tan abundantes y sedosos, cubren su cabeza de una manera tan graciosa, que al mirarlos se piensa sin querer en mil cosas amables: en el cielo azul sin nubes, en las canciones primaverales de los pajarillos, en el florecer de las lilas.
Y Quevedo desnudó su daga, cogió uno de los sedosos y pesados rizos de Dorotea, le cortó, le anudó, le guardó en el seno y salió de la alcoba. Adiós, fray Luis, adiós dijo abrazándole . Hasta que la desdicha nos vuelva á juntar. Adiós, don Francisco, adiós, y que
La voz pura y fresca que decía: «¡Kernok, Kernok mío!» era la suya; ¡cómo no había de ser dulce su voz! ¡Era tan linda con sus facciones delicadas y finas, sus grandes ojos velados por largas pestañas, sus cabellos castaños y sedosos que se escapaban por debajo de las anchas alas de su sombrero, y aquel talle tan esbelto y frágil que dibujaba un vestido de tela azul, y aquella actitud tan viva y tan graciosa! ¡y cuando marchaba libre y desembarazada, con el cuello erguido, la cabeza alta! ¡Ah! ¡qué salero! únicamente que su rostro parecía dorado por un rayo de sol tropical.
Más allá estaban los cascos de los buques, sustentando un bosque de palos y chimeneas, y en último término la muralla amarilla del malecón exterior y el cielo recién lavado por la lluvia, con un rebaño de nubecillas blancas y plácidas como sedosos carneros.
Los hombres van de americana y pavero; las mujeres con flores puestas en el pelo a lo gitana, luciendo unas la mantilla de blonda blanca y otras la de casco de color con sedosos madroños negros, que sombrean dulcemente la cara.
Palabra del Dia
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