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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Tengo para mí que debe ser una santa, cuyo cuerpo ha querido Dios conservar intacto para diferenciarle de los demás. 20 de marzo. ¡Triste de mí! ¡Qué día tan desgraciado el de hoy para esta pobre mujer! Auxiliad a mi desgraciada madre y tened piedad de mi pobre hermano: perdonadle sus faltas, sed con él misericordioso.
Y mientras tanto, sin dinero para las obras públicas, poblaciones sin caminos, regiones enteras sin haber oído jamás el silbato del ferrocarril que resuena en regiones salvajes de Asia y Africa, campiñas pereciendo de sed mientras los ríos pasan junto a ellas llevando al mar sus inútiles aguas.
Y ya que no la hubo dijo Teletusa celebrémoslo bebiendo un trago a la salud de los amos de esta casa que no tienen mal provista la despensa. No os propongo que cenéis, porque no tendréis gana. Tal vez habréis cenado ya. Siempre, no obstante, habrá quedado lugar para un bocadillo de algo picante y salado que sea despertador de la sed.
Apretó pues el paso, y corrió á trechos, comiendo el pan que llevaba en el zurrón y apagando la sed en los cristalinos arroyos que halló á su paso. Al cabo de una hora tuvo la fortuna de alcanzar á un leñador que con su hacha al hombro llevaba la misma dirección que él, lo que le evitó perder más tiempo y aun extraviarse en los numerosos senderos que cruzaban el bosque.
En su interior notábase inmediatamente el revoloteo de las planchadas cortinas cubriendo las puertas de los estudis, los vasares con pilas de platos y con fuentes cóncavas apoyadas en la pared, exhibiendo pajarracos fantásticos y flores como tomates pintadas en su fondo, y sobre la cantarera, semejante á un altar de azulejos, mostrábanse, como divinidades contra la sed, los panzudos y charolados cántaros, y los jarros de loza y de cristal verdoso pendientes en fila de los clavos.
Pero este malestar era insignificante comparado con otro que desde la mañana principió a atormentarnos: la sed, que todo lo destruye, alma y cuerpo, infundiendo una rabia inútil para la guerra, porque no se sacia matando.
Y así comiendo el ante por pos, y el pos por ante, y el medio por todos, concluyen su comida sin quedar conclusa su hambre... Pedid de beber en medio de la mar; morireis de sed, que os darán el agua por onzas como en la botica, después de hartos de cecinas y cosas saladas; que la señora mar no sufre ni conserva carnes ni pescados que no vistan su sal.
Nada de preconizaciones: basta con que en un momento dado, autorizado por el papa, podáis vestiros la púrpura; sed en buen hora cardenal, pero no lo digáis á nadie... no mostréis miedo... ¡Ah! ¡Pelegrín! ¡yo no te conocía!
Reinaba en el barrio cierta confianza, una especie de comadrazgo perpetuo, un comunismo amigable: de casa a casa se pedían prestados, no solamente enseres y utensilios, sino «una sed» de agua, «una nuez» de manteca, «un chisquito» de aceite, «una lágrima» de leche, «un nadita» de petróleo.
Pero podéis estar tranquila, y sobre todo... sed feliz. Amadme un poco y no hablemos más de esto. Voy a leeros una página de vuestro querido Tennyson, el más casto de los poetas. No puede venir más al caso. Otra noche, algunos meses después, era ella quien tranquilizaba al joven. Debía ella partir a la mañana siguiente con su madre y su hijo para Dieppe, donde iba a pasar algunos días.
Palabra del Dia
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