Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 20 de julio de 2025
Las señoras quisieron volver atrás, y Currita, sin oponerse mucho al cumplido, consintió bien pronto en ello... ¡Oh!, traía ella las de Caín; como que venía nada menos que a embargarle por la tarde a una de sus ahijaditas; estaban atareadísimas ella y otras señoras, pidiendo por todas partes hilas para los pobrecitos heridos y objetos de todo género para la rifa, la kermesse, que prometía estar divertidísima.
Porque según la costumbre de aquella tierra casi hubiera sido desacato o irreverencia hablar en prosa a señoras tan bellas y de tan alta guisa.
Alquilaron la «villa» con todos sus lujosos muebles por un precio módico, y al principio se la disputaban las señoras que juegan en el Casino. ¡Vivir en un pequeño palacio adornado por famosos tapiceros de París, y con una vista magnífica, todo por quinientos francos mensuales!... Pero las arrendatarias se apresuraban á cederse unas á otras esta buena ocasión. ¡Tener que pasar después de media noche frente al mausoleo del general, cuando volvían del Casino! ¡No poder abrir las ventanas sin encontrarse con aquella sepultura!... Además, la maledicencia femenil señalaba sucesivamente á cada inquilina con el mismo apodo: «la guardiana de la tumba».
Aquella noche dio D. Pedro un baile estupendo en el patio de su casa y salones contiguos. Criados y señores, hidalgos y jornaleros, las señoras y señoritas y las mozas del lugar, asistieron y se mezclaron en él, como en la soñada primera edad del mundo, que no sé por qué llaman de oro. Cuatro diestros, o si no diestros, infatigables guitarristas, tocaron el fandango.
Sí, señora, me he vuelto muda fue la única respuesta de la buena mujer . Puede que cuando la señora se canse y cierre el pico, lo abra yo para decirle... en fin, no digo nada». «Ja, ja... Di lo que quieras... prosiguió Doña Paca . ¿Te atreverías a decir algo ofensivo de mí? ¡Que no he sabido llevar el Cargo y Data! ¿Y qué? ¿Quién te ha dicho a ti que las señoras son tenedoras de libros?
Mientras se hablaba de lo mucho bueno que había en la catedral y el lugareño se pasmaba y su señora repetía aquellas admiraciones, Obdulia se miraba como podía, en las altas cornucopias. El Magistral se despidió. No podía acompañar a aquellas señoras, lo sentía mucho... pero le esperaba la obligación... el coro. Todos se inclinaron.
Las que se acercaban paso a paso eran seis u ocho palomas pardas, con reflejos irisados en el cuello; lindísimas, gordas. Venían muy confiadas meneando el cuerpo como las chulas, picoteando en el suelo lo que encontraban, y eran tan mansas, que llegaron sin asustarse hasta muy cerca de las señoras. De pronto levantaron el vuelo y se plantaron en el tejado.
«Además, el Magistral no era un místico; lo menos malo que se podía pensar de él era que se proponía ganar a las señoras de categoría para adquirir más y más influencia». Cuando don Álvaro se atrevió a decir esto, ya sus confidencias habían sido muy íntimas. De amor no se hablaba; Mesía, aunque con trabajo, respetaba a la Regenta hasta el punto de no tocarle al pelo de la ropa.
Aquel acento ténue, sutilísimo, se iba haciendo cada vez más remoto, hasta que parecia perderse entre los escombros de aquellos sepulcros, como, el acento de un moribundo parece perderse entre los misterios de la eternidad. Las señoras chillaban furtivamente á despecho suyo, y habia hombre allí á quien se erizaban los cabellos.
Cuando yo estuve en el Brasil, si no recuerdo mal, sólo habría media docena de Dones en todo el Imperio. Las señoras en cambio tienen todas, no sólo Don sino excelencia, y hasta la más humilde es la Excma. Sra. doña Fulana: prueba inequívoca de la extremada galantería de los portugueses.
Palabra del Dia
Otros Mirando