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Actualizado: 20 de julio de 2025
De pie, en medio de él, se hallaba la primogénita del señor de Elorza, a medio vestir, y en torno suyo unas cuantas señoras, algunas de ellas de rodillas, que la estaban aderezando lo mismo que si fuese una Virgen de madera. Reinaba gran emoción en todas. Ya le habían puesto un precioso vestido de raso blanco guarnecido por delante desde el pecho hasta los pies con una franja de azahar.
La afeminada comparsa avanzó entre las mesas, seguida del asombro de las señoras y los atrevimientos burlescos de los hombres. Algunos de éstos saltaban del requiebro a la acción, pellizcando al paso a las revoltosas señoritas, que contestaban con chillidos de miedo y pudorosos respingos.
En Madrid, en París, en Berlín, las grandes señoras sabían que sus maridos respectivos tenían queridas y no les tiraban los platos a la cabeza por eso; lo que hacían era tener queridos también.
Una solidaridad de sexo borraba de pronto las envidias y antipatías que separaban a los grupos femeniles. Señoras de diverso bando se juntaban para recorrer la cubierta con ojo avizor. Las inquietaba una ausencia larga de los maridos.
La abuela tiene dificultad para andar y me confía con placer a esas señoras que me acogen siempre con gran amabilidad. Genoveva y Petra son, como Francisca, de mis más antiguas amigas, y, como yo, son aiglemontesas de nacimiento. Genoveva nuestra decana, frisa en los veintiocho años. Es una morenita delgada y esbelta, de facciones acentuadas y dulces al mismo tiempo.
Para la generalidad, es un misterio el cómo muchos europeos concluyen por estar completamente dominados por hijas del país. Esto se atribuye á debilidad en ellos y fuerza de carácter en ellas, nosotros no lo creemos así; conocemos á varias de esas despóticas señoras, que toda la fuerza que emplean en su sistema de gobierno, la basan precisamente en su misma humildad.
A lo mejor, digo algo que por casualidad me resulta gracioso, algo que en España pasaría por un «golpe» de ingenio, y las buenas señoras permanecen insensibles, como si no me entendiesen.
No quiero hablar de las infinitas visitas ceremoniosas que antes de la hora de comer entraron y salieron en aquella casa, entre las cuales no eran de despreciar todos los empleados de su oficina con sus señoras y sus niños y sus capas y sus paraguas y sus chanclos y sus perritos; déjome en blanco los necios cumplimientos que dijeron al señor de los días; no hablo del inmenso círculo con que guarnecía la sala el concurso de tantas personas heterogéneas, que hablaron de que el tiempo iba a mudar, y de que en invierno suele hacer más frío que en verano.
Sorprendió la mirada irónica de los dos servidores al colgar algunos de estos gabanes, así como ciertos abrigos de pieles con grandes calvas, pertenecientes á señoras que ostentaban extravagantes tocados.
Y dicho esto por el Rey, se dignó Su Majestad desaparecerse, y con él se fueron todos los de su comitiva, y los arregimientos y las señoras de blanco, y tudo, tudo, no quedando más que un olor penetrante del ilcienso, y los ladridos de los dos perrazos que se iban perdiendo en las lontananzas de la noche fría, cual si despavoridos huyeran hacia los montes.
Palabra del Dia
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