Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 20 de mayo de 2025
La cual siempre había sido hija de confesión de don Cayetano, pero este, que de algunos años a esta parte sólo confesaba a algunas pocas personas, señoras casi todas, de alta categoría, escogidísimos amigos y amigas, al cabo se había cansado también de esta leve carga, pesada para sus años; y resuelto a retirarse por completo del confesonario, había suplicado a sus hijas de confesión que le librasen de este trabajo y hasta señalado sucesor en tan grave e interesante ministerio; sucesor diferente según las personas.
Las bondadosas señoras no habían escatimado el dinero para dar remate o coronar la obra de caridad que hacía algunos años acometieran. Todo el mundo lo recordaba en la villa; unos por haberlo presenciado, otros por haberlo oído contar frecuentemente.
Al deshacerse los grupos, volviendo unos a sus sillones y otros al interior del café, Fernando encontró a Conchita que paseaba con gracioso contoneo, sacando los codos, montada en altos y ruidosos tacones. Las señoras sudamericanas, al verla pasar, la llamaban «la española donosita». Sus ojillos negros y agudos se clavaron en Fernando. ¡Vaya usted con Dios, mala persona!
De ninguna manera. Necesita contestar a las cartas y reclamaciones que recibe por todas partes; y las señoras, sobre todo, son las más exigentes en ese día. Debía usted haberme reservado dos palcos, y no he podido obtener más que uno. Me había usted ofrecido una delantera, y sólo he recibido un asiento de primera fila.
El correo de aquella mañana había traído a las dos señoras noticias importantes: la de Villasis había recibido la carta de Diógenes, y otra larga y detallada del padre Cifuentes.
Dispúsose el Templo de Santo Domingo en la misma forma, hermosura y adorno que para la otra vez, solo que para mayor lucimiento se le añadió a mano derecha al entrar, un tablado grande y muy salido para los Caballeros de la Cofradía de San Jorge, y dos barandas de madera que tirando con la anchura de una buena puerta casi desde la entrada de la Iglesia, se iban ensanchando hasta los remates del Coro bajo y servían de valla a la innumerable multitud del vulgo, y de comodidad y desahogo de las Señoras, que estaban dentro; y para más seguridad defendían la entrada con su mucha autoridad, y conocida nobleza el Señor Don Agustín Gual, y el Señor Don Antonio de Verí.
Todo esto se le pasó por las mientes al Magistral en el poco tiempo que necesitó para quitar el pie del estribo y hacer el último saludo a las señoras dando un paso atrás.
Las buenas señoras quisieron tratarme a cuerpo de rey, y sin embargo, ¡qué cena tan modesta y tan triste! Cerré la puerta, dejó en la mesa la brillante palmatoria, y de un soplo apagué la bujía. De codos en el alféizar me puse a contemplar el cielo.
El médico era quien más lo manejaba por dedicarse con mucha afición a los trabajos de histología. El director le invitó a que mostrase a aquellos señores algunas de sus preparaciones. Vieron una porción de diatomeas: las señoras se entusiasmaron con sus caprichosísimas formas. También vieron el gusano que había concluído con el célebre puente de Milán.
Si llegó tarde, fué sin duda porque tuvo alguna ocupación: eso no tiene nada de particular. Lázaro se porta bien: yo se lo aseguro á ustedes. ¡Jesús, señor don Elías! exclamó Salomé como si oyera una obscenidad. ¡Jesús, señor don Elías: yo esperaba de usted algún miramiento para con nosotras! Pero, señoras, digo tan sólo que si mi sobrino llegó tarde, fué porque tuvo algo que hacer.
Palabra del Dia
Otros Mirando