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Actualizado: 17 de junio de 2025


Pero... vamos a cuentas añadía para su sayo la oradora : diga lo que quiera Ana, ¿no conozco yo muchachas de bien aquí? ¡Está esa Guardiana, que es más pobre que las arañas y más limpia que el sol! Y de fea no tiene nada; es así delgadita.... Ella se confiesa a menudo... dice que el confesor le aconseja bien.... Amparo se quedó cada vez más pensativa después de esta observación.

Se enfurecía, y discurriéndolo bien, no hallaba a nadie contra quien descargar su furor con algún fundamento. Juanita le había despedido; no era ni su mujer, ni su querida, ni su novia. Bien podía hacer de su capa un sayo sin ofenderle.

Subió en el asno sin poner pie en el estribo; veníale el sayo vaquero que parecía haberse hecho para él, y como tenía aquella presencia, nadie le veía con los Cristos delante que no le juzgase por ahorcado.

El viajero la miraba, empezando a comprender el enigma. La niña le daba la clave de la mujer. Debí figurármelo dijo para su sayo . ¿Llegaron ustedes juntos hasta Venta de Baños? preguntó a Lucía después. , ... allí cenamos. Miranda se quedó sin duda facturando....

Vuesa merced me deje dormir y no me apriete en lo del azotarme; que me hará hacer juramento de no tocarme jamás al pelo del sayo, no que al de mis carnes. ¡Oh alma endurecida! ¡Oh escudero sin piedad! ¡Oh pan mal empleado y mercedes mal consideradas las que te he hecho y pienso de hacerte!

Bendito seáis vos, Señor -quedé yo diciendo-, que dais la enfermedad y ponéis el remedio! ¿Quién encontrara a aquel mi señor que no piense, según el contento de lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y aun agora es de mañana, no le cuenten por muy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañara aquella buena disposición y razonable capa y sayo y quién pensara que aquel gentil hombre se pasó ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacía servir de la halda del sayo?

Vímonos en tanta priesa, que a aínas me acabaran de romper un pobre y viejo sayo que traía, de manera que certifico a V.M. que en poco más de una hora no quedó bula en las alforjas, y fue necesario ir a la posada por más.

Antaño los villaverdinos tenían en el extranjero que llegaba a su pintoresca ciudad motivo de burla y diversión. Principiaban por reirse del color de sus vestidos y de su manera de llevar el cabello. Cuchicheaban de él en sus bigotes, le cortaban un sayo, y luego acababan por imitar lo que censuraban, y de la peor manera.

Rogóle Tosilos le contase lo que le había sucedido, pero Sancho le respondió que era descortesía dejar que su amo le esperase; que otro día, si se encontrasen, habría lugar par ello. Y, levantándose, después de haberse sacudido el sayo y las migajas de las barbas, antecogió al rucio, y, diciendo ''a Dios'', dejó a Tosilos y alcanzó a su amo, que a la sombra de un árbol le estaba esperando.

Iba por aquel tiempo con Pepe a todas partes, y venía mucho a comer con nosotros, un amigote sayo que entre burlas y veras, pero poniéndose muy serio solía decirme: «¡Ay, Enriqueta, si yo tuviese fortuna, qué vida tan distinta haría ustedYo nunca le contestaba... Era uno de esos hombres a quienes se siente no haber conocido antes... La imagen de la dicha que llega tarde.

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