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También parecía su rostro al que suelen poner los sastres a sus figurines; y era tan antipático y repulsivo como el de ellos. Vestía un batín de terciopelo color perla con muchos y primorosos adornos; traía en los pies zapatillas del mismo género y color con las iniciales bordadas en oro.

Y por último, sus condiscípulos se encargaban generosamente de advertirle sin cesar que era un desdichado sin padres, alimentado por la caridad y que debiera estar en el hospicio y no alternando con hijos de zapateros distinguidos, albañiles, sastres y panaderos fashionables, y otra gente no menos principal y digna de respeto.

Ladró a la caja, a los paraguas y volvió a esconderse. Lo habían olvidado en la sala, cerrada con llave por don Pompeyo. Guimarán, de levita negra presidía el duelo. Delante del féretro, en filas, iban muchos obreros y algunos comerciantes al por menor, con más, varios zapateros y sastres, rezando Padrenuestros. Guimarán había propuesto que no se dijese palabra.

No creía en los sastres de Vetusta y ni unas trabillas compraba en su tierra. Nadie era sastre en su patria. En verano prefería los sombreros blancos, los chalecos claros y las corbatas alegres. La esencia del vestir bien estaba en la pulcritud y la corrección, y el peligro en la exageración adocenada.

Juan, al lado de Bertrán y Huberto, reclamos vivientes de sus sastres, parecía un hijo del pueblo, de ese pueblo que es carne y sangre de la nación, y se destacaba entre aquellos dos jóvenes incoloros pero selectos. De toda su persona, tallada vigorosamente, emanaba como una promesa de protección física o moral; su aspecto confortaba, y su fisonomía inspiraba confianza.

Entonces, por orden de la Audiencia, con los que aún no se habían dispersado, la procesión siguió con la Hermandad de los Sastres, la de san Diego, los capuchinos, los mercenarios, los agustinos y los frailes del Carmen, asistiendo también el tribunal de la Inquisición, los canónigos y el Asistente, que con harto despecho tuvo que concurrir llevando delante á los de las danzas, motivo principal del alboroto y los cuales bailaron durante el tránsito, como si nada hubiera ocurrido, con general regocijo.

Currito llevó a D. Luis y D. Luis se dejó llevar a la sala donde estaba la flor y nata de los elegantes, dandies y cocodés del lugar y de toda la comarca. Entre ellos descollaba el conde de Genazahar, de la vecina ciudad de... Era un personaje ilustre y respetado. Había pasado en Madrid y en Sevilla largas temporadas, y se vestía con los mejores sastres, así de majo como de señorito.

De telas del corazón este festejo tejido, con los que en él se han cosido hebras los afectos son. Presto para tanta fiesta se echaron nuestros hilvanes, que para tales esfuerzos siempre son bravos los sastres

Uno del grupo, que parecía ejercer cierta autoridad sobre sus compañeros de oficio, acogió tal proposición con un gesto despectivo, expresando luego su extrañeza de que un hombre tan sabio como el profesor Flimnap creyese aún que los sastres geómetras tomaban medida á sus clientes como en los tiempos remotos. Nos bastará conocer el diámetro de uno de sus tobillos y de una de sus muñecas.

El frac es tan indispensable para el Gobernadorcillo, como el sombrero de copa, el bastón y la camisa de chorreras. El sombrero suele legarse y servir en tres ó cuatro bienios; la camisa lo mismo que el bastón podrán ser manufacturas de el pueblo, pero lo que es el frac necesariamente ha de estrenarse y pasar por el corte de los sastres de Manila.