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Actualizado: 10 de junio de 2025
Siendo así, de hoy al sábado tenemos que llevar a don José a casa de Engracia. No hay otra solución. ¿Cómo he de dejarle expuesto a que mi madre y Leo se desentiendan de él en absoluto? Mientras ellas alumbran al Santísimo, se muere mi padre el día menos pensado, sin tener quien le ampare. Mañana te daré también el dinero que me queda: con llevarme quince o veinte duros, tengo de sobra.
A los enfermos los confiesan los curas y llevan el santísimo por viático a sus casas, lo que se ejecuta con bastante decencia, a que asiste siempre un buen número de indios músicos y otros que no lo son.
Rayaba la credulidad en insensatez: Andrés de Mendoza cuenta en serio que un día «en San Ginés, un fraile descalzo francisco, de grande opinión de santidad, se arrebató en éxtasis, en el cual, desde la mitad de la iglesia, fue hasta el altar por el aire, y en él se estuvo un cuarto de hora mirando el Santísimo Sacramento a vista de gran pueblo, que le hizo pedazos el hábito, a que suplió la piedad y grandeza de la señora duquesa de Nájera».
Pero aun esto mismo se olvida; todos los nombres, en fin, acaban por yacer en el olvido, «la muerte de la muerte», que dijo un poeta muy romántico y más triste que un sauce. Creo haber dejado establecida la importancia del bautismo, de ese santísimo sacramento nacido en las orillas del Jordan y adoptado con un éxito evidente por toda la humanidad a través de los siglos.
Fundó la provincia dominicana del Santísimo Rosario de Filipinas y al Colegio de Santo Tomás base de la futura Universidad. ¡Y la verdad, lo mismo que Dios, que impone su invariable ruta, tendió al justificado despotismo de ser verdad, que es una y absoluta!
Hincado D. Álvaro, decía con voz más solemne que antes: «Cincuenta mil millones de millares de veces sea bendito y alabado el Santísimo Sacramento del altar», y empezaban los actos de fe, después de los cuales venía el alabar á Dios. Al llegar aquí las palabras del dueño de la casa eran cada vez más cortadas y rápidas y el coro apenas podía seguirle, anhelante y fatigado.
Voy cargado como un santísimo burro». Maximiliano siguió hacia el café, y observando que Platón tomaba hacia la calle de Ciudad Rodrigo, miró su reloj. ¡Dátiles!... ¡Cuántos le he comprado yo! Las golosinas la venden.
Estos, pues, á los fines de Enero de 1715 salieron del puerto de la Asunción acompañados hasta la ribera por el gobernador de aquella provincia y de toda la ciudad, la cual hizo exponer públicamente el Santísimo en la catedral para que Dios les diese felicísimo viaje.
No, chico, a eso no me avengo. Quiero que vivamos igual que antes; ellas en casa y para mi padre... tú, como gustes, nada te pido. Siempre tendrás aquí la cama y la mesa, con tal que no nos obligues a reñir unos con otros. ¿Quieres llevarlas a misa? Pues llévalas. ¿Quieres que visiten al Santísimo? ¡Por mí, que le envíen tarjeta!
Las últimas personas que habían quedado rezando en la antigua capilla del Santísimo Sacramento, se habían ido, resonando sus pisadas sobre las baldosas hasta que hubieron desaparecido, y yo me encontré solo con la figura silenciosa y casi extática del hombre a cuyo lado, un año antes, había estado de pie en el Grand Circle del teatro Imperio, mirando y criticando una danza.
Palabra del Dia
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