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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Al subir otra vez por la escalerilla, volvió a sobrecogerla el fragor de un trueno más hondo, poderoso y cercano que los anteriores. ¡Era preciso encender la vela del Santísimo y rezar el Trisagio! Así lo hicieron al punto. La vela fue colocada sobre la cómoda de Nucha: un cirio bastante largo aún, de cera color de naranja, con muchas lágrimas y un pábilo que chisporroteaba y no acababa de arder.

Llévame otra vez a mi casa. ¡Dios mío santísimo, si me sienten llegar contigo!... ¡Si doña María se levanta y ve que Asunción y yo no estamos allí!... ¡Esto ha sido una locura! ¡Desgraciada Asunción! ¡Tan buena y tan loca! Inés lloraba con vivo dolor la pérdida de su amiga. Para es como si hubiera muerto añadió . ¡Que Dios la perdone!

Puso el Cristo en su sitio, regocijándose mucho con la admiración que producía el bronce en los circunstantes, y después salió a dar órdenes a Estupiñá. «Vaya usted a la parroquia para que acompañe al Santísimo, y diga que traigan pronto las velas que se han de repartir aquí».

Mire qué misterios encierra aquella palabra pastores; más me costó de un mes de estudio." Yo no pude con esto tener la risa, que a borbollones se me salía por los ojos y narices, y dando una gran carcajada, dije: "¡Cosa admirable!; pero sólo reparo en que llama vuestra merced señor san Corpus Criste, Corpus Cristi no es santo, sino el día de la institución del Santísimo Sacramento."

Aquí tengo el santísimo bálsamo -y enseñábale la alcuza del brebaje-, que con dos gotas que dél bebas sanarás sin duda. A estas voces volvió Sancho los ojos, como de través, y dijo con otras mayores: ¿Por dicha hásele olvidado a vuestra merced como yo no soy caballero, o quiere que acabe de vomitar las entrañas que me quedaron de anoche? Guárdese su licor con todos los diablos y déjeme a .

Resurgía el campesino, el hombre forzudo habituado a la violencia: sus puños se cerraban amenazantes. ¡Virgen María! ¡Santísimo Señor! rugía con una entonación semejante a la que usaban los malvados blasfemos cuando ofendían a Dios.

«No obstante, se decía a mismo, animándose al ataque, mi mujer ya no va para santa; respeto como antes su piedad, pero ya no me da miedo; ya es una devota como otras muchas, va y viene, y no se detiene; la novena, la misa, la cofradía, la visita al Santísimo... pero ya no tenemos aquellas encerronas con que a me asustaba, como si tuviéramos un para-rayos en casa.

Dos veces se repitió durante el sacrificio esta tremenda al par que memorable escena: dos veces el preste espuso el Santísimo permaneciendo impávido en el altar como su leal ministro, dispuesto á dejarse sepultar bajo la desquiciada mole del templo, mientras todo á su alrededor era terror de muerte, tropel y gritería.

El preste asistido de los diáconos, que acababa de entonar el Credo, viendo la continuacion del terrible fenómeno sacó del depósito el Santísimo y lo espuso al corto número de personas que habian quedado presentes, sin que hubiese para esta sagrada ceremonia otro cántico que los clamores de los presentes.

Palabra del Dia

hociquea

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