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Pasarán años sin que esta niebla caiga y se desvanezca, dejando visible el mundo nuevo. ¿Reaparecerá entonces la misma decoración de antaño, con las líneas cambiadas? ¿Habrán resultado inútiles tantos esfuerzos sangrientos para suprimir la violencia, el egoísmo, la ferocidad prehistórica como bases maestras de la sociedad?

Le vio de espaldas sobre la roja tierra, con medio cuerpo a la sombra de un naranjo, ennegrecido el suelo con la sangre que salía a borbotones de su cabeza destrozada. Los insectos, brillando al sol como botones de oro, balanceábanse ebrios de azahar en torno de sus sangrientos labios. El discípulo se mesó los cabellos. ¡Recristo! ¿Así se mataba a los hombres que son hombres?

Estos dos pormenores me hirieron como notas agudas en los segundos de suspensión y silencio a que nos indujo la sorpresa: la aureola radiante y los pies sangrientos. Pasen ustedes; pase usted particularizó, dirigiéndose a . Obedecí, no recobrado aún de la sensación humillante . Siéntese usted me instó. Quise disculparme y salir.

Numerosas rancherías inmediatas á este emplazamiento militar han prestado sumisión, según consta en la memoria de que tomamos los anteriores datos; pero los sangrientos sucesos últimamente desarrollados en sus cercanías, son prueba evidente del poco valor que estas gentes dan á sus compromisos, los que sólo cumplen cuando puede convenir á sus intereses. Iligan.

Nacidos y criados en los días azarosos de la guerra civil, testigos de horribles catástrofes, de tremendas injusticias y de sangrientos combates, nos repugnaban aquellos horrores, tan opuestos a la nobleza y a la generosidad juveniles.

Las aventuras novelescas, que, en esta ciudad de las serenatas, estaban á la orden del día; la extraña mezcla de civilización, casi refinada, y de ferocidad, casi propia de la Edad Media; las escenas galantes del Prado; las citas nocturnas y amorosas en las rejas; los sangrientos desafíos de los caballeros; el fogoso amor, así como la afición á las intrigas y las astucias, de los amantes; la alegría y la ligereza; la iniciativa de los caballeros en sus empresas, no espantándoles ningún peligro; la ternura y la abnegación de las damas, y también su espíritu vengativo y su facilidad en ofenderse por motivos livianos: todo esto, repetimos, se encuentra en esas comedias, con tanta verdad, que quizá no haya otro documento más fiel para estudiar y conocer las costumbres de los antiguos españoles.

Con particular interés se leerán los sainetes en que las pesadas tragedias, á la manera francesa, con su glacial retórica, sus afectos convencionales y sus sucesos sangrientos por frívolos motivos, se ponen en ridículo en ingeniosas parodias. Tales son El marido sofocado, El muñuelo, La Zara y Manolo.

Ensueños y pesadillas, ya fúnebres ya sangrientos, danzaban delante de su vista, y se despertaba á cada momento nadando en frío sudor. Creía oir tiros, creía ver á su padre, su padre que tanto había hecho por ella, luchando en los bosques, cazado como un animal porque había vacilado en salvarle.

Comenzado el pleito, intenta pleitear por pobre; pero el bienestar aparente de su casa y el lujo de su persona hacen fracasar la información. El viudito de Saldeoro, para obtener de ella el empeño de las alhajas, le hace mimos y repite su antigua, manoseada y ya gastadísima promesa de casarse con ella. Sangrientos combates del 25, 26 y 27, que ocupan la atención pública.

Un ermitaño, que ha pasado su vida en ejercicios de piedad y prácticas de virtud, cae en las garras del demonio por sus dudas de la misericordia de Dios, y al fin es condenado; al contrario, un criminal cuya existencia ha sido una serie no interrumpida de sangrientos delitos de todo género, alcanza al cabo la gracia divina.