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Actualizado: 21 de junio de 2025


Cuando el fundador de tu dinastía arrojó de estos países a los últimos príncipes de los Almohades, no pudieron éstos, en el rebato de aquellos sangrientos sucesos, transportar de aquí los inmensos tesoros de su casa, tesoros que habían venido acreciendo y aumentándose incesantemente de sultán en sultán y de dinastía en dinastía, ya por las herencias y conquistas, y ya por las artes y maravillas de las ciencias ocultas, en que eran muy versados.

Vistió severísimo luto, hizo una vida retirada, y en los veinte años que se siguieron hasta el día en que empieza esta historia, no salió del castillo sino para dar solitarios paseos. En aquellos tiempos, las tierras todas del Rey de Castilla estaban llenas de discordias y alborotos. No había paz ni seguridad en parte alguna, sino robos, sangrientos combates, muertes y estragos.

Tan sangrientos sofismas, dichos con conviccion y frialdad, anonadaban al joven, cuya inteligencia debilitada por más de tres meses de carcel y cegada por la pasion de la venganza, no estaba en disposicion para analizar el fondo moral de las cosas.

Se detiene, ya no muge; sus piernas tendidas, los ojos sangrientos y la cola enroscada. Encomienda tu alma a Dios, José, porque la barrera está lejos y el toro cerca... Adelante, demonio... ¡adelante la afilada, espada!... ¡Demasiado tarde! la espada se ha roto en pedazos, y José, atravesado por un cuerno del toro, ha quedado clavado en la balaustrada.

Tanto la organización de las galleras como las reglas y prescripciones del juego, están consignados en un reglamento á que se sujetan sin comentarios los tahúres como allí llaman á los más asiduos y empedernidos concurrentes á aquellos sangrientos gallicidios.

Como serenas estrellas que en una noche de bulliciosa y espléndida orgía mandan á la tierra su vívido resplandor por entre las negras nubes de un cielo de tormenta, así vosotros, mártires purísimos, brillais con hermosa claridad en los sangrientos anales de la perseguida Iglesia de España, contrastando la divinidad de vuestra doctrina y testimonio con la falsa brillantez de esa corte corrompida que tan á costa vuestra estais evangelizando.

Muchos no conseguían siquiera el consuelo de verse recogidos: aullaban en medio del campo, hundiendo en el polvo ó en el barro sus miembros sangrientos; expiraban revolcándose en sus propias entrañas... Y don Marcelo, que horas antes se consideraba el ser más infeliz de la creación, experimentó una alegría cruel al pensar en tantos miles de hombres vigorosos deshechos por la muerte que podían envidiar su vejez sana, la tranquilidad con que estaba tendido en aquel lecho.

La vieja alzó sus manos sarmentosas, se las pasó por los sangrientos ojos, y con muchas oscilaciones del labio inferior: Aunque.... Diiios en persona estuviese allí pronunció señalando a uno de los gigantescos panes de tabaco , yo no he de contar mentira. Oíd, espectadores del caso.

Y como los muertos que han de resuscitar al son de la trompeta fatídica, mil fantasmas sangrientos, sombras desesperadas de hombres asesinados, mujeres deshonradas, padres arrancados á sus familias, vicios estimulados y fomentados, virtudes escarnecidas, se levantaban ahora al eco de la misteriosa pregunta.

Clavó las uñas con frenesí en las carnosas mejillas y tiró después, dejando ocho surcos sangrientos en la faz augusta de la vanidosa. Lanzó ésta un grito de dolor.

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