Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 25 de noviembre de 2025


Las familias, que apenas se han visto en la semana, se reúnen a la salida de la iglesia para ir a saludar a la madre ciega, a la hermana enferma, al padre achacoso. Los viejos ese día se remozan. Los veteranos andan con la cabeza más erguida, muy luciente el chaleco blanco, muy bruñido el puño del bastón. Los empleados parecen magistrados.

De todas estas especies de patricios había la noche aquella pocas aunque buenas muestras en el café de San Sebastián. No había andado Monsalud cuatro pasos dentro del local, cuando se sintió llamado desde lados opuestos. Acudió allí donde había visto caras más de su gusto, y después de saludar a varios individuos sentose en la más apartada mesa en compañía de dos sujetos.

Había en la ilustrísima ciudad de Sevilla, allá por los tiempos en que llegaban a la Torre del Oro, que a la margen del claro y profundo Guadalquivir se levanta, los galeones cargados de oro que venían de las Indias, y cuando reinaba en España el señor rey don Felipe el Segundo, de clara y pavorosa memoria, en la calle de las Sierpes, y en una rinconada a la que jamás llegaba el sol, como no fuese en verano y al mediodía, un tinglado de madera, de dos altos, desvencijado y giboso, al que llamaban casa, y en el cual vivía una valiente persona, cuyo apellido y nombre de pila ignoraba él mismo, que si los tuvo olvidolos, y nadie le conocía ni él respondía más que por el sobrenombre de Viváis-mil-años, cortesanía que empleaba para saludar a todo el mundo.

Como no había nadie más que él en calidad de mero espectador del ensayo, el tenor no tardó en notar su presencia y sus sonrisas, y al poco rato ya le consagraba a él, a Reyes, todos sus concetti. Tanto se lo agradeció Bonifacio, que al tiempo de levantarse para salir del palco deliberó consigo mismo si debía saludar al tenor con una ligera inclinación de cabeza.

Si no era mas que eso lo que deseaba, fácilmente podía hacerse. Al fin Elena reanudó su marcha después de saludar al gaucho con cierta coquetería, satisfecha de su emoción y del deseo hambriento que reflejaban sus ojos. ¡Pobre hombre!... ¡Un tipo interesante! Mientras los tres jinetes se alejaban, Manos Duras siguió inmóvil junto al camino. Deseaba ver algunos momentos más á aquella mujer.

¡Quita allá, majadero! exclamó Elena furiosa arrancándole el niño . ¡Vaya un modo gracioso que tienes de saludar a tu hijo! ¡No hacía falta ya sino que le leyeses la Oda de los gusanos de esta tarde! Los demás mostraron también en su rostro el mal efecto que les causaba aquel exabrupto.

Lo mismo que Moreno, corrieron á su encuentro los otros solicitantes; pero ella, después de saludar á los tres, mostró su predilección por Watson, que también había salido á recibirla. Conversó con los demás, pero sin apartar de Ricardo sus ojos acariciadores. Robledo, que examinaba al grupo desde lejos, se enteró inmediatamente de esta predilección.

Pasados seis meses de riesgos, privaciones y peligros en tan largo viaje, tuve el inesplicable placer de saludar el suelo patrio despues de una ausencia de mas de trece años, trayendo en mi pecho recuerdos de eterna memoria y gratitud al pais que en mis desgracias me dió segundo ser.

¡No! repitió el niño sin comprender lo que decía. Desde aquel momento el hijo y la madre fueron amigos. El pequeño Gómez no quiso salir ya de la habitación y asistió al tocado de Germana. Esta le tenía sobre sus rodillas cuando entró el conde de Villanera a saludar a su esposa y a besarle la mano.

No he ido á la selva á buscar á ningún potentado; ni intento hacer allí una futura visita con el fin de ganarme la protección y favor de semejante personaje. Mi único objeto fué saludar á mi piadoso amigo el apóstol Eliot, y regocijarme con él por las muchas preciosas almas que ha arrancado á la idolatría.

Palabra del Dia

aquietaron

Otros Mirando