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Actualizado: 3 de julio de 2025
Mientras el viajero saltaba del coche, el señor Princetot se decidió a llamar a su criado, ordenándole que se hiciese cargo del equipaje. Delaberge había resuelto por último marchar valientemente hacia las soluciones más breves. Subió ligero los cinco escalones, entró con el dueño de la casa en la cocina en que relucían innúmeras cacerolas de cobre y fue el primero en hablar.
Caía la lluvia en los campos, convirtiéndolos en barrizales; saltaba por las pendientes de los caminos, desbordados como barrancos; empapaba los montes, como grandes esponjas, por la verde porosidad de sus pinares y matorrales.
Allá a lo lejos suena el canto del cuco. No tardará en comenzar el ruiseñor. Clara sonreía viéndole feliz. Pocas veces le había oído aplaudir con tal entusiasmo ni aun a la misma naturaleza. Al llegar cerca del Sotillo el terreno descendía formando una cañada por donde saltaba el torrente que surtía de aguas las charcas de aquella finca.
Fuera, el viejo perro saltaba, aullaba, sacudía la cadena; dentro se oía la llama chisporrotear: tan profundo era el silencio; pero, en seguida, Catalina Lefèvre, con voz desgarradora, exclamó: ¡Gaspar!... ¡Hijo mío!... ¿Eres tú? ¡Sí, madre! respondió el soldado en voz baja y como si le ahogara la emoción.
Para Visita era el tiempo siempre el mismo, no pensaba en él, y sólo le servía de tópico de conversación en las visitas de cumplido. La del Banco, como pajarita de las nieves, saltaba de piedra en piedra, esquivaba los charcos, y de paso, dejaba ver el pie no mal calzado, las enaguas no muy limpias, y a veces algo de una pantorrilla digna de mejor media.
Cuando encontraban una saltadera, el muchacho saltaba primero y alargaba su gran mano endurecida á la condesa, que sumía dentro de ella la suya breve y fragante como un botón de rosa.
Gil estaba fuertemente conmovido; el corazón le saltaba dentro del pecho. Sentía impulsos de romper en sollozos: procuraba, no obstante, con esfuerzo reprimirse, y esto le causaba malestar. Aquellas muestras de veneración, aunque representaban una ceremonia usual, le avergonzaban.
Sus hijas eran unas señoritas que sólo habían aprendido a figurar como muñecas bien educadas en un salón, y aun esto sin poder evitar cierta cursilería que saltaba a la vista apenas salían de su esfera. Su Juanito, el paria de la casa, era el que valía algo, y ahora estaba allí, agitando su pecho para escapar del brazo de la muerte, cansado de sufrir desdenes y olvidos.
Cuando paró el tren, nuestra víctima se apresuró a salir sin despedirse, dio un gran golpe a la portezuela y no volvimos a verle más. Conozco a la hermana San Sulpicio. El ómnibus saltaba por encima de las piedras sacudiéndonos en todos sentidos, haciéndonos a veces tocar con la cabeza en el techo; yo llegué a besar, en más de una ocasión, con las narices el rostro mofletudo de D. Nemesio.
Y a la fuerza, cogiéndole por las manos, lo alzó de la silla y se puso a dar vueltas con él, entonando uno de los cantos largos y monótonos del país. Fray Diego se sintió rejuvenecido. Recordaba sus tiempos de mastuerzo allá en la aldea, cuando su tío el cura de Areces le molía a palos porque saltaba de noche por la ventana para ir a cortejar las mozas de los pueblos vecinos.
Palabra del Dia
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