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Interrumpida a poco la conversación para cantar Serafina de nuevo, ahora un terceto con Mochi y Minghetti, después de la ovación que siguió al canto, volvió la sabrosa plática, más animada cada vez, aunque en ella se mezclaron ya algunos señoritos del pueblo de los más audaces y despreocupados.

Todo su cuerpo era corto y redondeado, lo mismo que sus pies y sus manos; el talle un poco grueso, los brazos un poco carnosos, las caderas un poco pronunciadas; demasiada gordura, si os parece, pero la gordura graciosa de una codorniz, la redondez sabrosa de una hermosa fruta. Don Diego se la comía con los ojos con una admiración infantil. ¿Es que los enamorados de todas las clases no son niños?

Por lo cual, deseosa de exasperarle y provocar la ruptura definitiva, le dijo con gran sorna: ¿Estás pensando en comprarme la Casa de la Moneda? Don Quintín, seducido por aquella idea de sabrosa venganza, miró a su querida, gozándose de antemano en la sorpresa que había de causarle y, tras larga pausa, habló tranquilo y sonriente: ¡Parece mentira qué repoquísimo olfato tenéis las hembras!

Al oírlas, un relámpago glacial le corría por todo el espinazo, y sentía que las insinuaciones de su compañera concordaban con sentimientos que ella tenía muy guardados, como se guardan las armas peligrosas. vii Sorprendidas por una monja en esta sabrosa conversación que las hacía desmayar en el trabajo, tuvieron que callarse.

Apolonio, desde el umbral de su zapatería de lujo, en actitud estatuaria y de fingido tedio e indiferencia, presenciaba aquel vivo y animado tumulto, con la misma envidia y nostalgia con que los inmortales en el Olimpo ven a los humanos agitarse a impulsos de ideales y pasiones que hacen la vida sabrosa y digna de vivirse.

El santo amor castisimos amores, La dulce paz su quietud sabrosa, La guerra amarga todos sus rigores. Mostrabasele clara la espaciosa Via, por donde el sol hace contino Su natural carrera y la forzosa. La inclinacion, ó fuerza del destino, Y de qué estrellas consta y se compone, Y como influye este planeta ó sino.

Por donde puedes ver, y quán de veras, Mi sabrosa, que no es del todo fino El oro que os guarnece las hileras. Esto el gracioso dixo mesurado, Y la mozuela no mudó el semblante; Antes, siguiendo al cómico Senado, En alta voz le victoreó al instante.

Tendiéronle en el suelo y desliáronle, y con todo esto no despertaba; pero tanto le volvieron y revolvieron, sacudieron y menearon, que al cabo de un buen espacio volvió en , desperezándose, bien como si de algún grave y profundo sueño despertara; y, mirando a una y otra parte, como espantado, dijo: -Dios os lo perdone, amigos; que me habéis quitado de la más sabrosa y agradable vida y vista que ningún humano ha visto ni pasado.

En los mojos de aquestas cañas vimos, Con agua bien sabrosa, mas gusanos, Ni dentro ni de fuera los sentimos En toda la montaña ni en los llanos. Las cañas por cumbreras las pusimos, Con tener otros palos muy cercanos, Mas no habia que temer, que la corteza Tenian de terrible fortaleza.

Me atrevo, pues, a aconsejar a usted, ya que es tan mozo y ya que no tiene motivo para quejarse de su malaventura, que no se meta todavía a predicador, ni se muestre tan adusto y desengañado, y que en otras novelas nos cuente lances y sucesos menos lastimosos y más agradables y dulces, vertiendo en su sátira, cuando a la sátira se incline, no hiel, sino sal y pimienta, que no la hagan amarga, sino picante y sabrosa.