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Actualizado: 1 de mayo de 2025


No tiene delicadeza ni verdadera generosidad, porque lo que te da es para que realces tus atractivos y te ofrezcas más rica y sabrosa a sus insaciables apetitos... No comprendo estos caracteres. Me parece que son la escoria del género humano; me parecen hechos con algo puramente material y grosero que sobró después de hacemos a todos, y que pudo tal vez ser destinado a crear los animales.

Es la vieja política que vuelve o más bien, que continúa a pesar del cambio de unos hombres por otros, y de las declamaciones prosopopéyicas de los palaciegos en el Capitolio: es decir, la política de Tartufo, que ya encontrara aquí Luz del Día en su peregrinación por América, cuando, cansada de vivir en Europa, hizo su viaje de incógnito por estas tierras según la sabrosa creación alberdiana.

El erizo de agua es muy semejante al armado, y al erizo. Está armado de espinillas, pero no tan fuertes, ni tan numerosas como las de estos últimos: su piel casi de color gris, y parece llena de arrugas: gruñe como el armado cuando le cogen, y su carne es muy sabrosa: rara vez pesa dos libras, siendo aun menores los que se cogen en los pequeños rios ó arroyos, donde no pasan de media libra.

Otras veces se quejaba el idealismo fantástico del clérigo como una tórtola; recordaba sin rencor, como en una elegía, los días de la amistad suave, tierna, íntima, de las sonrisas que prometían eterna fidelidad de los espíritus; de las citas para el cielo, de las promesas fervientes, de las dulces confianzas; recordaba aquellas mañanas de un verano, entre flores y rocío, místicas esperanzas y sabrosa plática, felicidad presente comparable a la futura.

Mostró la duquesa la carta de Sancho al duque, de que recibió grandísimo contento. Comieron, y después de alzado los manteles, y después de haberse entretenido un buen espacio con la sabrosa conversación de Sancho, a deshora se oyó el son tristísimo de un pífaro y el de un ronco y destemplado tambor.

El guapo recorrió el salón en todas direcciones por ver si descubría entre las máscaras á su querida. Tenía la seguridad de reconocerla. Mientras se dedicaba á esta caza sabrosa sin resultado, alzóse súbito gran tumulto.

No era De Pas de los que solían quedarse al tertulín, como llamaban a la sabrosa plática de la sacristía después del coro. Si hacía bueno, los del tertulín acostumbraban salir juntos a paseo por una carretera o ir al Espolón. Si llovía o amenazaba, prolongaban el palique hasta que el Palomo hacía un discreto ruido con las llaves de la catedral y cada canónigo se iba a su casa.

Mi buena y queridísima amiga: debo comenzar por pedirte dos veces perdón: primero por haber lanzado a los cuatro vientos de la publicidad tu sabrosa carta desde «Los Carpinchos», contando con singular donaire expresivo tus cuitas, las volteretas de vuestra fortuna, tu excelente conformidad, el brío emprendedor de Ricardo en la estancia y sus esperanzas y las tuyas en un próximo y brillante porvenir.

Felipe IV y la Calderona no tuvieron confidente más fiel que Pedro de Tumbaga; y los bosquecillos del Pardo, las enramadas del Retiro, conservan todavía añosos troncos bajo los cuales el orgulloso magnate esperó, calado por el agua del cielo, a que el autor de La vida por su dama cortase la sabrosa plática que en los camarines de aquellos palacios tenía con la famosa comedianta.

Tengo á la vista una manzana, y voy á examinar la relacion que entre si tienen las sensaciones que me produce. Es evidente que puedo prescindir del olor sin destruir ninguna de las otras sensaciones que de ella emanan. Siendo inodora, todavía me queda extensa, colorada, sabrosa, y aun sonora en cuanto es capaz de producir algun ruido.

Palabra del Dia

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