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Actualizado: 29 de junio de 2025


¿Dónde me han puesto una caja que traje? En su cuarto, sobre la cama. ¡Ah!, bueno. Don Pedro miró al médico, comprendiendo de qué se trataba. No así Julián, que asustado por el hondo silencio que siguió al diálogo de Máximo y Sabel, interrogó indirectamente para saber qué encerraba la caja misteriosa. Instrumentos declaró el médico secamente.

Después, aquel ruido cesó: oíase el zumbar del viento, largo, extendido, como en el campo, y sólo se oyeron los pasos de las mulas de la litera y los de algunas cabalgaduras que marchaban constantemente junto á ella. ¿Qué me queréis? dijo secamente el licenciado. ¿Es vuesa merced, como lo parece, alcalde de casa y corte? dijo aquel hombre, cuyo acento era indudablemente afectado.

Pero de pronto, mirando un primoroso vaso de agua que había sobre la mesa de noche, se quedó serio. Aquel servicio de cristal era regalo de la marquesa viuda del Lago. Una arruga se dibujó en su frente pálida que fue poco a poco haciéndose más honda. Al volver los ojos hacia él Clara quedó sorprendida. ¿Qué tienes? le preguntó con afectuoso interés. Nada respondió secamente.

Materne se levantó y dijo secamente: Es hora de ponerse en camino; hay que estar en el bosque a las dos, y estamos aquí hablando tranquilamente como cotorras. ¡Hasta la vista, señor Dubreuil! Salieron los tres rápidamente, no pudiendo reprimir la cólera. ¡No olviden lo que les he dicho! gritó el posadero desde su asiento.

Clara muy pálida y con el entrecejo fruncido le preguntó al cabo secamente: ¿Qué deseaba usted? Pero Elena sin responder clavó en ella una mirada de angustia y de dolor tan intensos que traspasó el corazón de su cuñada. Dio ésta un paso hacia ella y tomándola por la mano y cerrando después la puerta le dijo gravemente: Ven conmigo.

Mi excelente amiga la señora de Laroque en particular, mujer recomendable por diversos títulos, es en punto á negocios, de una incuria, una ineptitud y niñería, que sobrepasa lo imaginable. ¡Es una criolla! ¡Ah! es una criolla repetí con vivacidad. , joven, una vieja criolla respondió secamente el señor Laubepin.

Se lo dije a Chisco y me respondió, muy secamente, que no, añadiéndome que lo importante era que no le faltara a nadie la serenidad: en teniéndola, todo lo demás corría de cuenta de él. La alusión no podía ser más directa a , porque Pito, de tan bruto como era, pecaba precisamente por el extremo contrario.

No; ni ganas contestó Yuba-Bill secamente, viendo ofendida en su persona, por tan contumaz individua, a toda la compañía pionera de diligencias. ¡Pues, que la hemos hecho buena!... replicó el juez, pensando en la verja allanada. Mire usted dijo Yuba-Bill, con delicada ironía, ¿no haría mejor en volverse y tomar asiento en el coche hasta que le avisaran? Yo entro.

Parece que una de las razones que alegó Gravina fue el mal tiempo, y mirando el barómetro de la cámara, dijo: «¿No ven ustedes que el barómetro anuncia mal tiempo? ¿No ven ustedes cómo baja?». Entonces Villeneuve dijo secamente: «Lo que baja aquí es el valor». Al oír este insulto, Gravina se levantó ciego de ira y echó en cara al francés su cobarde comportamiento en el cabo de Finisterre.

; alguna vez nos acompaña repuso ella secamente. Hubo una larga pausa. ¿Y crees dijo al cabo con tímida sonrisa que te conviene ese acompañamiento? ¿Pues? replicó la joven con semblante serio mirándole á la cara. Manolo bajó los ojos.

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