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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Cada oveja con su pareja, y nadie tienda más la pierna de cuanto fuere larga la sábana; y déjenme pasar, que se me hace tarde.

Apretó la sábana con las manos convulsas, y lanzó una serie de interjecciones brutales, entregándose a una de esas cóleras breves y terribles de los hombres sanguíneos. Antes que se hubiese apagado por completo, oyó tocar en la puerta suavemente. Figurándose que era su mujer, gritó con furia: ¿Quién va?

Iráse el loco a reinar en sus palacios. Tendrá su manto de una sábana blanca y su corona ribeteada de papel. Tendrá su mesa con pan de trigo y cuatro odres haciendo una cruz.

Desde que abandona la sabana, corre por un violento plano inclinado, estrellándose contra las rocas y guijarros que le salen al paso como para detenerlo y advertirle que a cierta distancia está el temido despeñadero.

Los caballos de la sabana. El traje de viaje. Rosa. Soacha. La hacienda de San Benito. Una noche toledana. La leyenda del Tequendama. El mito chiboha. Humboldt. El brazo de Neuquetheba. El río Funza. Formación del Salto. La hacienda de Cincha. Paisajes. La cascada vista de frente. Impresión serena. En busca de otro aspecto. Cara a cara con el Salto. El torrente. Impresión violenta.

Madrugo. El baño me fortifica y me alegra el espíritu. Tendida en la pila, con la mano en el grifo, dejo que el agua tibia me enerve, y la fantasía como en sopor se detiene en imágenes plásticas tranquilas y suaves. Después tiemblo dentro de la sábana y vuelvo gozosa al calor de mi cuerpo, contenta de la vida que siento circular por mis venas.

Además, el dulce nido no estaba allá, tras los mares, entre el estruendo de París, sino a la espalda, en la tendida sabana, al pie del Monserrat. El Confianza, el más rápido de los vapores del Magdalena, partía a la mañana siguiente. Esa misma tarde nos instalamos todos a bordo.

El diablo, harto de carne... Regalaban a las traperas una sábana por año, y arroz y castañas por Navidad; pero las obligaban a oír la explicación de la Doctrina dos veces por semana. En Carnaval había gran reunión, para pedir al Señor que perdonase las locuras del mundo, y comenzaba la fatigosa época de la Cuaresma. Las que faltaban a estas grandes solemnidades perdían la sábana.

Trabajador, eso , como una mula de carga, y ahorrativo como una hormiga; Rocchio no perdía un minuto de su día comercial, ni gastaba un centavo más de su cuenta del mes, que él estiraba cual si fuera de goma elástica, a fin de cubrir sus escasas necesidades, porque él aseguraba venirle la sábana corta para sus piernas tan largas.

Pasamos allí la noche en un detestable hotel, frío como una tumba, y al día siguiente, después de cinco horas de marcha por la sabana, entramos por fin en la capital de los Estados Unidos de Colombia. Era el 13 de enero de 1882, y hacía justo un mes que nos habíamos puesto en viaje de Caracas. ¡De Viena a París se va en 28 horas!

Palabra del Dia

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