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Pasamos sin detenernos, entramos en las gargantas y pronto costeamos el Funza, que como el hilo de la virgen griega, nos guía por entre aquel laberinto de rocas, piedras sueltas ciclópeas, desfiladeros y riscos. El río Funza o Bogotá se forma en la sabana del mismo nombre de las vertientes de las montañas, y toma pronto caudal con la infinidad de afluentes que arrojan en él sus aguas.

Bochica, después, movido a piedad de la situación de los hombres dispersos por las montañas, rompió con mano potente las rocas que cerraban el valle por el lado de Canoas y Tequendama, haciendo que por esta abertura corrieran las aguas del lago de Funza, reuniendo nuevamente a los pueblos en el valle de Bogotá.

A su arte mágico se debe el crecimiento del río Funza, cuyas aguas inundaron todo el valle de Bogotá, pereciendo en este diluvio la mayoría de los habitantes, de los que se salvaron unos pocos sobre la cima de las montañas cercanas. Irritado el anciano, arrojó a la hermosa Huitaca lejos de la Tierra; convirtiose en Luna entonces, comenzando a iluminar nuestro planeta durante la noche.

Los caballos de la sabana. El traje de viaje. Rosa. Soacha. La hacienda de San Benito. Una noche toledana. La leyenda del Tequendama. El mito chiboha. Humboldt. El brazo de Neuquetheba. El río Funza. Formación del Salto. La hacienda de Cincha. Paisajes. La cascada vista de frente. Impresión serena. En busca de otro aspecto. Cara a cara con el Salto. El torrente. Impresión violenta.

La primera dimensión que encuentro consignada, es la del buen obispo Piedrahita, que, después de narrar la leyenda del Bochica, que ya he transcripto, según Humboldt, agrega con aquel acento de sinceridad que hace inimitable a nuestro Barco de Centenera, el M. Prud'homme de la Conquista: «...El Salto de Tequendama, tan celebrado por una de las maravillas del mundo, que lo hace el río Funza cayendo de la canal que se forma entre dos peñascos de más de media legua de alto, hasta lo profundo de otras peñas que lo reciben con tan violento curso, que el ruido del golpe se oye a siete leguas de distancia» .

Sobre el Salto mismo existe una piedra pulida e inclinada, que uno trepa con facilidad, y dejando todo el cuerpo reposado en su declive, asoma la cabeza por el borde. Así, dominábamos el río, el Salto, gran parte de la proyección de la masa de agua, el hondo valle inferior y de nuevo el Funza, serpeando entre las palmas, en las felices regiones de la tierra templada.

Se asegura que, descendiendo de la sabana y buscando por San Antonio de Tena la entrada al valle por donde corre el Funza, después de su derrumbamiento, es posible llegar al pie de la cascada y contemplarla como ciertos pedazos del Niágara o de Pissenvache, en Suiza, detrás de la enorme cortina de agua.

Es necesario haber visto aquella solución de la montaña por donde el Funza penetra bullicioso y violento, aquellas rocas enormes, suspendidas sobre el camino, como si hubieran sido demasiado pesadas para el brazo de los titanes en su lucha con los dioses, para apreciar el mito chibcha en todo su valor.