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Actualizado: 7 de mayo de 2025


El camino ascendente hasta Agua Larga es encantador; mi alazán marchaba noblemente, trepando con la seguridad de la mula, pero sin su andar infernal. Serían las cuatro de la tarde cuando llegué a Agua Larga, punto de donde parte una excelente calzada hasta la sabana, transitable aún para carruajes.

Cuando la sábana hubo caído sobre el lecho, Miguel apareció intensamente pálido, con una luz agresiva en sus pupilas. Ella, creyéndole enfadado por su broma, rió maliciosamente, apoyando las manos en el colchón. El jadear de esta risa entreabría el escote de su bata, dejando ver en perspectiva horizontal el secreto de unas redondeces blancos y trémulas perdiéndose en misteriosa penumbra.

Estaba en un mundo nuevo y las mujeres de la ciudad, aquellas que él trataba en las tertulias caseras, le parecían seres de otra raza, viviendo lejos, muy lejos, en otro extremo de la tierra, de la que le separaba la inmensa sábana de agua. Vamos, señor testarudo; habrá que tratarle a usted como a un bebé.

En este ejercicio y en la misa matinal, las recogidas, como las madres, entraban en la iglesia con un gran velo por la cabeza, el cual era casi tan grande como una sábana. Lo tomaban en la habitación próxima a la entrada, y al salir lo volvían a dejar después de doblarlo.

Permaneció largo rato de pie observando y escuchando. Había entonces realmente algo en el camino, que se adelantaba hacia él, pero no pudo distinguir nada. La calma y la sábana inmensa de nieve y sin huellas parecían estrechar su soledad y su deseo inquieto rozaba en la desesperación. Entró de nuevo y tornó el pestillo de la puerta con la mano derecha para cerrar.

Bien, pues, por lo pronto te mando que tomes las dos puntas de esta sábana y que tires hacia allá con fuerza... ¡No tanto, hombre, que me arrastras!... ¡Basta, basta!

La sabana presenta a la entrada el aspecto de una inmensa circunferencia limitada por una cadena circular de cerros de poca elevación. Es una planicie sin atractivos pintorescos, y al entrar en ella, es necesario despedirse de las vistas encantadoras que he dejado atrás.

Y el cielo se encendía con violentos resplandores de incendio. Verdú reposa en la ancha cama. Sus brazos están extendidos sobre la sábana. Y sus manos son transparentes. Y sus ojos están entornados. Y en su rostro se muestra un sosiego dulce. Verdú respira penosamente. De rato en rato un gemido se escapa de sus labios.

Hacia las nueve, el frío se apoderó de ella y propuso volver al hotel. «Decididamente, dijo, quiero morir aquí; por lo menos estaré tranquilaPero después pensó que el Vesubio no había dicho aún su última palabra y que podría depositar una sábana de fuego sobre su tumba. Entonces habló de volver a París y se acostó con unos escalofríos que no presagiaban nada bueno. La viuda cenó a su lado.

La mañana estaba bellísima, y el aire fresco y puro de los campos exalta la energía de los animales que nos llevan a escape por la sabana. Pronto llegamos a la hacienda de Tequendama, situada al pie del cerro, en una posición sumamente pintoresca.

Palabra del Dia

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