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Y, a pesar de su juicio claro de las cosas y de la cantidad de experiencia que atesoraba, aun se podía decir que en él el talento era lo de menos. La maldad, la ruindad, la envidia, todo lo disculpaba. Para Wilkins el mal no era mas que la cantidad de sombra necesaria para que brille el bien.

Cecilia se puso fuertemente pálida, y dejó que su madre le besase con efusión la mano que tenía entre las suyas. Repuesta del susto, preguntó: ¿Qué ha pasado, mamá?... Habla. Una cosa horrible, alma mía... ¡Una infamia!... Quisiera morirme en este momento, para no ver la ruindad, la maldad que se hace con una hija mía. Tranquilízate, mamá. Estás enferma, y puede hacerte mucho daño esta emoción.

Ya que en el Retiro estaba, quiso, lleno de entusiasmo, recordando las campiñas y bosques de su tierra, tenderse un rato bajo aquella frondosidad tan decantada; mas, fuese culpa de la intensidad del sol, ó de la ruindad de los árboles, es lo cierto que en una extensión de media legua de bosque no halló tres dedos de sombra, ni dos docenas de yerbas donde tender su cansada humanidad.

Concluía la anciana de referir a su hijo esta tradición, cuando se presentó ante ella un hombre, apoyado en un bastón, cubierto el cuerpo con un largo poncho de bayeta, y la cabeza por un ancho y viejo sombrero de fieltro. El extranjero era un joven de veinticinco años, y a pesar de la ruindad de su traje, su porte era distinguido, su rostro varonil y simpático y su palabra graciosa y cortesana.

Si Dios, en castigo de mi soberbia, me ha dejado de su gracia, harto posible es que el más ruin motivo me haya hecho vacilar y caer. Con todo, diré a Vd. que mi mente, quizás alucinada, lo entiende de muy diversa manera. Será efecto de mi no domada soberbia; pero repito que lo entiendo de otra manera. No acierto a persuadirme de que haya ruindad ni bajeza en el motivo de mi caída.

No dejemos escapar la ocasión de decir que esta constante censura, este eterno descontento de los hombres respecto de las acciones de sus semejantes, que tanto nos desespera, no supone tanta ruindad de intención, maldad o envidia en ellos como nos complacemos en creer siempre que somos objeto de crítica.

Ni en el carácter de Elena ni menos en el de Núñez entraba semejante ruindad. Además, caso de que fuesen amantes no era verosímil que cometiesen la imprudencia de exhibirse paseando en coche por las cercanías de Madrid. ¡El pobre Barragán...! Y bien tranquilo, con la sonrisa en los labios se dirigió al comedor, donde ya le esperaba Clara.

Encastillada en su grandeza intelectual y sentimental, contemplaba con benignidad de ordinario, la ruindad de sus compañeras, y dejaba pasar sin correctivo sus palabras soeces. Pero en ocasiones como ahora, en que por causas desconocidas se hallaba un poco nerviosa, no podía menos de atajarlas. Vamos, hija, cállate ya, que tienes una lengua más susia que la de lo tío de la Caleta.

Aquel tipo miserable y siniestro era fanático, violento y cobarde, se recreaba contando sus fechorías, manifestaba crueldad bastante para disimular su cobardía, tosquedad para darla como franqueza y ruindad para darle el carácter de habilidad. Tenía la doble bestialidad de ser fanático y de ser carlista.

Nunca había pensado que su hermano pudiera hacerle tal ruindad. Desde luego contestó que no disponía de ese dinero, y pidió prórroga. D. Félix, con reparos y palabras ambiguas, llegó a prometérsela, o tal creyó el desgraciado al menos. Mas, a los dos días, se vio citado de conciliación ante el juez municipal.