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Actualizado: 22 de julio de 2025


Su aristocrática distinción era formal y somera; no procedía de lo íntimo y de lo esencial, sino de la forma exterior y de los atavíos que la engalanaban. Para mujeres tales, la vejez no llega sola, sino que viene acompañada de la vileza y de la ruindad en que nacieron y en que vivieron hasta envolverse en el alucinador artificio de que al fin la vejez las desnuda.

Allí residía el ama de Marijuán, quien al presentarse a ella nos rogó que le acompañásemos, y esta apreciable señora, que era doña María Castro de Oro de Afán de Ribera, condesa de Rumblar, nos recibió con tanto agasajo, nos ponderó de tal modo la ruindad de las posadas y ventas de la villa, que no tuvimos por conveniente hacernos de rogar y aceptamos la hospitalidad que se nos ofrecía.

Y haciéndolo así, me parece que se abstendrían de robar, porque si ahora lo hacen con tanta frecuencia es porque, además de no concebir ni conocer la ruindad del hecho, no se les compele a la satisfacción, si no existe la cosa hurtada, y sólo pagan su delito con azotes; pero, en sabiendo que además de los azotes les han de hacer pagar el valor de lo hurtado, ellos se abstendrían de este vicio.

Pues no digo nada si, movida por la vanidad o por pasiones más tiernas y propias de tus verdes años, y cegada por ellas hasta desconocer la ruindad del sujeto que te enamora, te casas al fin con un hombre de tu clase, con algún palurdo de esta tierra. ¡Qué desgracia la tuya entonces! ¡Pronto llegaría el desengaño! Vaya..., me horrorizo de pensar en ello. Sería una profanación.

Por tales deben ser tenidos D. Alejandro Calderón, el P. Aguilar y el profesor Madueño; pero esto no basta para iluminar con puros resplandores la horrible negrura del cuadro, y para contraponer a la fealdad y ruindad de casi todas sus figuras elevación y belleza que basten a compensarlas. Y mucho menos si se atiende a que Isaac, el protagonista, deja que desear no poco.

Maltrana rió de la simpleza de la muchacha. ¡Alma cándida y trémula!... ¡Si conociese la realidad de su vida!... ¡Suponerle de jolgorio entre actrices y grandes cocotas, a las mismas horas en que, desfallecido de hambre, pensaba en la cazuela bienhechora de la redacción! ¡Creerle favorecido por las mujeres, perseguido por ellas, cuando hasta los hombres se burlaban de la ruindad física del pobre Homero y le herían con sus bromas!...

Pues oíd si el demonio ensayara otra tal hazaña." Santiguándose los que lo oían, decían: "¡Mira quién pensara de un muchacho tan pequeño tal ruindad!" Y reían mucho el artificio y decíanle: "Castigaldo, castigaldo, que de Dios lo habréis." Y él con aquello nunca otra cosa hacía.

Vestía de negro, con levita y sombrero de copa, pero todo en un estado tal de ruindad y falta de higiene, que asombraba cómo las autoridades permitían la exhibición de miseria semejante.

Doña Esperanza también deploraba el carácter de su hija; marchaba muy de acuerdo con la ruindad de su yerno, ayudándole no poco en la vigilancia de la casa. Mas, aunque la reprendiese a menudo por su apatía, como al fin había salido de sus entrañas, le dolía que Calderón lo hiciese, sentía vivamente las reyertas matrimoniales.

Palabra del Dia

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