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Actualizado: 1 de julio de 2025


Pero comprendía que con esto no adelantaba nada; al contrario, pondría las cosas en peor estado, y se callaba tragando bilis o apelaba con timidez a los ruegos para conjurar la borrasca. Más de una vez pensó en irse de nuevo a la fonda; pero al instante su conciencia se rebelaba. ¿Esto no era egoísmo? ¿Qué adelantaba su hermana con que él no estuviese en casa?

Ustedes, prosiguió, son ahora para dos amigos, los quiero con un mismo cariño. Mi pasión, te lo juro, Adriana, ha terminado. Tus ruegos de que me case con Julio son así absurdos. ¡Ah! Pero por favor, pónganse los dos del mismo lado, me cansa mucho tener que dar vuelta la cabeza a cada rato. Julio se levantó, la cara tranquila bañada en lágrimas, y obedeció. ¡Y llora! exclamó Laura conmovida.

Tampoco fueron bastantes á aplacar su ira los ruegos de su hermano D. Pedro de Acuña, conde de Buendia, quien le protestaba no se irritase tan terriblemente, que tal vez una fraguada noticia, como podia ser, fuera el motivo del ludibrio y las imprecaciones que dirigia sin distincion de parientes y amigos.

Movido de los ruegos de ésta, fuele a visitar un amigo, y en el desorden de su cuarto notó entre otras cosas que no debía de hacer nunca su cama; tal estaba ella de malparada. ¿Pero es posible, señor don Braulio le dijo el amigo al loco, es posible que ni ha de consentir usted que hagan su cama, ni la ha de hacer usted, ni?.... No, amigo, no; es mi sistema. ¿Pero qué sistema? Tengo razones.

En efecto, no cómo ni cómo no, ellos se juntaron, y, debajo de la palabra de ser su esposo, burló a mi hija, y no se la quiere cumplir; y, aunque el duque mi señor lo sabe, porque yo me he quejado a él, no una, sino muchas veces, y pedídole mande que el tal labrador se case con mi hija, hace orejas de mercader y apenas quiere oírme; y es la causa que, como el padre del burlador es tan rico y le presta dineros, y le sale por fiador de sus trampas por momentos, no le quiere descontentar ni dar pesadumbre en ningún modoQuerría, pues, señor mío, que vuesa merced tomase a cargo el deshacer este agravio, o ya por ruegos, o ya por armas, pues, según todo el mundo dice, vuesa merced nació en él para deshacerlos y para enderezar los tuertos y amparar los miserables; y póngasele a vuesa merced por delante la orfandad de mi hija, su gentileza, su mocedad, con todas las buenas partes que he dicho que tiene; que en Dios y en mi conciencia que de cuantas doncellas tiene mi señora, que no hay ninguna que llegue a la suela de su zapato, y que una que llaman Altisidora, que es la que tienen por más desenvuelta y gallarda, puesta en comparación de mi hija, no la llega con dos leguas.

A consecuencia de una miseria y escasez grandes, se desarrolló una peste que causó innumerables estragos. ¿Y se creerá que á pesar de ser el pueblo de Torquemada uno de los mas invadidos por la epidemia, no bastasen los ruegos del cardenal á que continuara la reina su camino?

Si he de confesar la verdad tampoco han acudido mis amigos, admiradores y parciales, aconsejándome y casi impulsándome con la violencia de sus ruegos para que le publique, según ocurre con frecuencia á otros autores más que yo dichosos.

He dado mi plata, a los ruegos del viejo que llama a mi puerta y clava sus ojos, ya ciegos, en mi alma al amor siempre abierta. Yo he dado mi plata ¡qué importa! No lloren por los abuelos. La vida es muy triste y muy corta, y hay algo que premian los cielos. Y no ha de faltarme a la mesa el triste mendrugo que he dado; que un ángel de Dios siempre besa la mesa del que es desgraciado.

Pedía al cielo por su marido el alemán, que tal vez á aquellas horas empleaba todas sus facultades de energúmeno en la mejor organización del aplastamiento de los débiles; rezaba por sus hijos, oficiales del rey de Prusia, que revólver en mano entraban en pueblos y granjas, llevando ante ellos á la muchedumbre despavorida, dejando á sus espaldas el incendio y la muerte. ¡Y estas oraciones iban á confundirse con las de las madres que rogaban por la juventud encargada de contener á los bárbaros, con los ruegos de aquellos hombres graves y rígidos en su trágico dolor!...

Y me daba el ejemplo tomando un medio trotecillo delante de su rocín, que no necesitaba ruegos ni amenazas ni castigos para seguirle. Tampoco el mío echaba en falta esas cosas para seguirlos a los dos. Chocándome todo esto, pregunté al espolique la razón de ello. Poca cosa me respondió , y de malu, sino que la tarde va de caída, y nos quedan entoavía güenas tiras que medir con los pies.

Palabra del Dia

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