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Actualizado: 1 de noviembre de 2025
Pero, como suele decirse que un mal llama a otro, y que el fin de una desgracia suele ser principio de otra mayor, así me sucedió a mí, porque mi buen criado, hasta entonces fiel y seguro, así como me vio en esta soledad, incitado de su mesma bellaquería antes que de mi hermosura, quiso aprovecharse de la ocasión que, a su parecer, estos yermos le ofrecían; y, con poca vergüenza y menos temor de Dios ni respeto mío, me requirió de amores; y, viendo que yo con feas y justas palabras respondía a las desvergüenzas de sus propósitos, dejó aparte los ruegos, de quien primero pensó aprovecharse, y comenzó a usar de la fuerza.
Oyó el cielo los fervorosos ruegos de su siervo, pues luego que fué el niño bautizado, quedó sano de su enfermedad. Lo mismo sucedió á una muchacha, ya casadera, á quien por estar toda helada y yerta, la lloraban sus parientes por muerta; mas luego que fué bautizada, por las grandes instancias con que lo había pedido, como si volviese de un profundo sueño, volvió en sí y á la vida.
En un abrir y cerrar de ojos se levantaba y echaba a correr detrás del hermano. Todavía me parece que estoy oyéndole cantar al alejarse: La corona se quita María y a su propio Hijo se la presentó, y le dijo: «Ya yo no soy Reina, si tú no suspendes tu justo rigor.» Jesús respondió: «Si no fuera por tus ruegos, Madre, ya hubiera acabado con el pecador.»
Mas, como sucede siempre que en España se castiga a un criminal, no faltaron empeños en seguida para que la sentencia se casara; los ruegos de Hojeda y el coronel lograron al fin que la pena se redujera solamente a la privación del postre.
Aun creía la infeliz que sus ruegos podían ablandar á aquellos dos energúmenos de corazón empedernido por el hastío, la insociabilidad y la amargura de una vida claustral. Aun les suplicó: otra vez se volvió á arrodillar delante de María de la Paz, y le tomó las manos, aquellas manos nacidas sin duda para un puñal.
¿Y qué ha de ocurrir, sino que al fin se realizarán los sueños de toda nuestra vida? Desde que cumplimos tú veinte años y yo diez y ocho, ¿no venimos considerándonos destinados el uno al otro? Escribe a mi padre sin temor, que no habrá de resistir a nuestros ruegos.
El día 1.º del mes próximo, celebrará el príncipe de Hohenloe el santo sacrificio de la misa a su intención y todos uniremos nuestros ruegos al suyo, que me parece ha de ser muy eficaz. ¿Conseguiremos de Dios la gracia que con fervor le pedimos?
La odiaba, y, sin embargo, rogué. Pero hasta los ruegos fueron inútiles. Entonces la declaré: «¿Sabe usted por qué no quiere usted huir? No es por él, es por usted misma. Teme usted que él crea que usted se ha escapado con su nuevo amante.
Por este caso se apartó la mayor parte de los Alanos del ejército de Roger; solo quedaron con él hasta mil, que con promesas y ruegos los detuvieron.
Desde el día que hizo usted su primera visita, los dos no hacen más que atormentarme, él con sus reprensiones, ella con sus ruegos. «Que yo no debo perder esta ocasión, porque un partido así no volverá a presentarse nunca». Perdóneme señor, pero yo no quería; aun cuando hubiera sentido simpatía por usted al principio, la insistencia de ellos habría bastado para desanimarme.
Palabra del Dia
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