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Actualizado: 1 de junio de 2025
Los soldados faltos de dinero miraban con envidia y hambre á las mujeres estacionadas en las puertas: criaturas de lujo é ilusión, con faldellines orinados llenos de lentejuelas, altas botas y medias amarillas. El capitán iba por las cumbres de estas calles, deteniéndose para apreciar el rudo contraste entre ellas y su vista terminal.
Vanas esperanzas no se atrevía a darle, temiendo que el golpe fuera después más rudo. Al fin le dejó llorar en silencio largo rato. Quedó abstraído en intensa meditación con los ojos fijos en el suelo. Pero lo que en su cerebro bullía reflejábase en ellos pasando como ráfagas vivas. A medida que el tiempo trascurría estas ráfagas se fueron haciendo más recias.
La Reforma, con su espíritu de crítica y libre examen, había servido de puente. Pero en esta tierra había que dar un salto violento, pasar, sin puente alguno, desde las creencias de cuatro siglos antes, aún en pie y poderosas, á la vida moderna. El tránsito había de ser rudo y brutal.
Y fue saludando a los cortejantes según salían de la casa. Al pasar Jaime ante él, sombrío y despechado, intentó retenerlo por un brazo. Debía esperar; él le acompañaría hasta la torre. Miraba con inquietud al Ferrer, que se había quedado detrás de él, retardando voluntariamente su salida de la casa. Pero el señor no le contestó, librándose de su brazo con rudo movimiento.
Al llegar al onduloso vallecito de Grindelwald la escena cambió notablemente, ofreciéndonos un bello cuadro de contrastes. Detras de nosotros, en la direccion del lago de Brienz, teníamos una formidable barrera de montañas casi desnudas y de aspecto rudo.
Ni Tiburcio, ni Morsamor, ni el más rudo de los allí presentes dejó de entender lo que el viejo decía, como si a cada uno en su patria lengua le hablase. El viejo les dijo: Os hago saber que yo soy ayuda de cámara, secretario o fámulo del muy egregio señor Sankarachária. Gracias a él, y comunicados por él, poseo varios importantes dones.
Nada había en ella rudo o fingido; nada tampoco de aquella prudencia timorata que da tan monótona insignificancia a las mujeres de provincia. Sentíase en ella estallar la sinceridad, la generosidad de su noble corazón. La señora Liénard gustaba a Delaberge por cualidades que eran opuestas a las suyas.
Así había vivido y así necesitaba seguir. El era el torero a la antigua, tal como se representan las gentes al matador de toros, rumboso, arrogante, aturdiéndose en escandalosos derroches, pronto a socorrer a los desgraciados con limosnas principescas, siempre que éstos consiguieran conmover su rudo sentimentalismo.
El paisaje, rudo y tranquilo, tiene una majestad religiosa: á un lado, el terreno deriva en ondulaciones suaves hacia Bayona; al otro aparecen los Pirineos, con sus lomas nevadas, y la vecindad de Roncesvalles habla al «turista» de heroísmos centenarios. El mismo Rostand dirigió y compuso la arquitectura, á trozos vasca y á trozos bizantina, de su hotel.
Sin duda que en una asociación de hombres para determinada empresa, a cuyo buen éxito concurren unos con el capital, otros con la inteligencia, otros con su habilidad, pericia y destreza en tal o cual arte u oficio, y otros sólo con el rudo trabajo de sus manos, el sufragio universal por igual sería absurdo, así como también lo sería el igual reparto de las ganancias y provechos.
Palabra del Dia
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