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Actualizado: 1 de junio de 2025
Forma contraste con estas escenas, de rudo movimiento, la en que se describe la vida de la Infanta en su campestre soledad.
Entonces su mujer, cediendo á un irresistible impulso de su corazón, echó los brazos al cuello de su marido, y con el torrente de sus lágrimas arrancó al fin ¡las primeras, tal vez! de los torvos ojos de aquel rudo marinero.
Pero con todo, sea que la rabia sea poderosa a aguzar la más torpe inteligencia, o que tenga la pasión la facultad de convertir el más rudo instinto en perspicacia, ello es, que hay toros que adivinan y se burlan de las suertes más astutas de la tauromaquia. Los primeros que llamaron la atención del terrible animal fueron los picadores. Embistió al primero y le tiró al suelo.
Pero cuando su hijo le explicó en pocas palabras por qué había matado, creyó perder la vida; le temblaron las piernas y hubo de hacer un esfuerzo para no quedarse tendido en medio de la carretera. ¡Era Mariquita, su hija, la que había provocado todo aquello! ¡Ah, perra maldita! Y al pensar en la conducta del muchacho, le admiraba, agradeciendo su sacrificio con toda su alma de hombre rudo.
Hacer hablar con propiedad á un rudo gañán, describir con exactitud las costumbres de un país no basta para merecer el nombre de insigne novelista. Los griegos se reían de los pintores de bodegones.
El que era poderoso e imponía a su alrededor órdenes inviolables, se pone rudo cilicio y entra con sumisión en las vías que le son prescritas. El que ardía en amores y en deseos, renuncia a los placeres prometidos y abre un abismo entre su corazón y el mundo. El menor sacrificio del más débil de esos anacoretas, haría la gloria de un héroe.
Rocchio miró a la pizarra y el bailoteo de sus dedos aumentó: ahí estaban las vitalicias sin dar señales de vida, a pesar de su nombre; tan rudo era el golpe sufrido, pues habían caído de una altura de treinta puntos. El oro, aguijoneado por los alcistas, subió medio punto más, a 348 1/2, forzosamente, a disgusto, demostrando intenciones de bajar al 47, mareado quizá de verse tan alto.
Sólo en los días de banquete o recepción, o cuando casualmente le tropezaba en las casas o en la calle departía un rato con él. Después de preguntarle por su marido y por sus hijos, el duque se puso a hablar, sin sentarse, con Calderón y Pepa Frías. Un hombre rudo y campechanote en la apariencia: sonreía pocas veces: cuando lo hacía era de modo tan leve que aún podía dudarse de ello.
Pero aquel anciano era el padre de su infancia, y a él podía mostrar sin vergüenza las llagas más recónditas de su corazón. Estuvieron largo rato así abrazados. Don Melchor se separó al cabo, y dijo empujándole hacia una butaca: Siéntate. Se dejó caer en ella, y ocultó los ojos con la mano. El golpe es rudo dijo el marino con voz ronca después de silencio prolongado.
De cuando en cuando, así que las apuestas estaban hechas, decía en voz alta, con el acento rudo que le caracterizaba: «Juego, caballeros.» Después de la sorpresa acudió a mí cierta irritación, no exenta de risa. ¿Este era el hombre que todos los días nos mareaba con el trabajo de Cataluña y mostraba tal desprecio al resto de los españoles? «Pues no te escapas sin verme», dije para mí, y a fuerza de trabajar con los codos logré ponerme en primera fila.
Palabra del Dia
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