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Actualizado: 8 de junio de 2025
Fue la que nos prestó los ocho duros aquellos, ¿sabe? cuando la señora tuvo que sacar cédula con recargo, y pagar un poder para mandarlo a Ronda. Ya... la que venía todos los días a reclamar la deuda y nos freía la sangre. La misma. Pues con todo, es buena mujer. No nos hubiera reclamado por justicia, aunque nos amenazaba. Otras son peores.
DOROTEA. Tan cierto como ésta es noche, dos caballeros han venido a la casa con propósitos de llevarte al mundo. ¿No lo crees? ELECTRA. ¿Dos caballeros? Antes que me digas sus nombres, mi corazón los adivina: Máximo y el Marqués de Ronda... Si es verdad que quieren llevarme consigo, me ponen en grande turbación.
Le guardaba muchas menos consideraciones que a Manín. Pero lo que verdaderamente dejó estupefacta a la población y se prestó a sin número de comentarios y chufletas fue lo que D. Pedro hizo, poco después de llegar de Madrid, en cierta solemnidad religiosa. Se presentó en la iglesia con uniforme blanco cuajado de cordones y entorchados, que debía de ser el de maestrante de Ronda.
El gran movimiento de Málaga no proviene únicamente de su fuerte producción de vinos y demás artículos de su agricultura, por valores considerables. Malaga es, por su posicion y la naturaleza del terreno de toda la provincia y las vecinas, el puerto obligado de Granada, Jaen y parte de las comarcas de Córdoba, y de las poblaciones que demoran del lado de Ronda como del de Vélez-Málaga.
Su razón se aclaraba. ¿Habían entrado personas a la habitación? Ya era de noche, sin duda. No se escuchaba ruido alguno en la casa. Abajo, en la calle, sonó un rumor de pasos numerosos que fue decreciendo. Era tal vez una ronda nocturna. Entonces, la primera tentación de su espíritu fue rememorar, una vez más, toda su aventura.
Esta vez, exclamó alegremente el soldado viendo alejarse al viajero, si atrapo el cáncer del fumador, no será con colillas... Y encendiendo voluptuosamente un cigarro de banquero, continuó su interrumpida ronda de vigilancia. Hacía un calor sofocante apenas dulcificado por la brisa del mar.
No se trataba entonces de llevarme a ver la ciudad, sino de conducirme a la Embajada Francesa: ¡Französische Ambassad! repitió el fondista dos veces. Pero mi sorpresa fue mucho mayor que la suya, cuando le vi volver la espalda al barrio noble, entrar en una larga ronda de arrabal, llena de fábricas, casas de obreros y jardinillos, atravesar las puertas y conducirme fuera de la ciudad.
Como el sacristán o el coadjutor alterasen esta jurisprudencia en beneficio de alguna nueva, ya les había caído que hacer. Armábase tal tumulto, que en muchas ocasiones era forzoso acudir a la ronda o a la pareja de vigilancia.
Gabriel hacía su ronda por toda la iglesia. Empujaba las verjas de los altares para convencerse de que estaban bien cerradas, tocaba las puertas de la capilla Mozárabe y de los Reyes, echaba un vistazo a la de la Sala Capitular y se detenía ante la Virgen del Sagrario. A través de la reja se veían las lámparas ardiendo, y en lo alto la imagen cargada de joyas.
Y furioso contra la fatalidad, que le había dado por madre a doña Manuela, cerraba los puños como si quisiera estrangular a alguien. Levantó la cabeza y vio que se había separado del pretil, siguiendo por el camino de ronda.
Palabra del Dia
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