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Actualizado: 23 de junio de 2025


Lino enfermó de rabia, y en cuanto se le presentó ocasión, que fue al cabo de dos meses, viniendo de una romería, le pegó una puñalada a su primo... ¡Pero, anda, que buenos cuartos le costó la tal puñaladita! No lo hizo con diez mil reales.

Otras muchas zagalas, unas con sus galanes, otras sin ellos, se habían bajado también de la romería cansadas de bailar, y andaban por allí diseminadas á la sombra de los árboles. Entre ellas se hallaba Flora, la linda y desdeñosa morenita huéspeda de D.ª Robustiana.

Entonces, viéndose perdido, no halló otro recurso que volver la espalda y darse á correr moviendo con ligereza sus piernas. Pero el valiente Nolo le seguía de cerca lleno de confianza en sus pies rápidos. Dos veces dieron la vuelta entera al campo de la romería.

Hablábamos y reíamos; pero yo en el fondo iba absorto en mi felicidad, gozando de la hermosura del día, del silencio interrumpido por el ruído del mar, de los perfumes de la tierra en otoño. Llegamos a la cima del monte donde se celebraba la romería. Entramos en la ermita.

Está visto que hoy no he de dar ningún palo en la romería. Pedro sonrió. Quiso decir algo, tal vez una galantería; movió un poco los labios; se puso encarnado... y no dijo nada. Por más que disimules, Pedro, no puedes ocultar que vas á disgusto conmigo. Vamos, la verdad, ¿no hubieras preferido ir solo?

Le llamaba más la atención las barracas hediondas del muelle Anaos que los grandes docks del Támesis; y acordándose de la romería del Carmen, era capaz de echarse á llorar en medio de Hyde-Park, si en él se encontraba el domingo siguiente al día 15 de Julio. Figúrense ustedes lo que sería este hombre cuando hallaba en extranjis, como él decía, un paisano suyo.

Los primeros trenes de la mañana habían trasladado á Bilbao mayores cargamentos humanos, viendo su llegada con cierta alarma las gentes de la villa. No todos iban al mitin. Descendían también de los vagones aldeanos con gruesos garrotes, escoltando á los curas de su anteiglesia. Estos grupos rurales llegaban para la gran romería que subiría por la tarde al santuario de Begoña.

El vagón estaba ocupado por obreros y por campesinos de los que iban á la romería. Unos y otros se miraban hostilmente, y los aldeanos acariciaban nerviosamente sus cachabas, oyendo las burlas de la gente de las fábricas.

Por indicación del seminarista, muy versado en estos asuntos, bajaron al lagar de don Pedro, situado en el fondo del valle, a unos trescientos pasos del pueblo. Era un edificio rústico, que por un lado miraba a la pomarada y por otro a un vasto campo de regadío, en el cual, por ser el único sitio llano y despejado que había cerca, celebrábase la romería, con permiso de su propietario.

Pedro, por su parte, no dejaba de mentar á menudo esta romería, que era también la suya, y de prometérselas muy felices para cuando llegase, lo cual aguijaba más y más el deseo de su señora. Decidió por fin ésta, con la venia de su marido, acudir á ella y dijo á Pedro: Si no fuese porque no quiero impedir que te diviertas á tu sabor, serías mi acompañante en la expedición.

Palabra del Dia

rigoleto

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