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Actualizado: 7 de mayo de 2025


La estaca era, lector, el estar los caballos amarrados afuera, aunque sin haber roído un mal grano, ni haber hecho un céntimo de gasto ni de desperfecto. Echó don Simón un duro sobre la mesa. Quédese usted con la vuelta dijo don Celso, que mandaba hasta en los deseos del candidato. Guardó el avaro la moneda; pero no dijo una palabra.

Tras esto dijo que iba a la Corte, porque un mayorazgo roído como él en un pueblo corto, olía mal a dos días, y no se podía sustentar, y que por eso se iba a la patria común, adonde caben todos y adonde hay mesas francas para estómagos aventureros.

Yo no podía decidirme a dejar perder por , por mis hermanas y por la innumerable familia de aldeanos, tan parientes por el corazón como nosotros por la sangre, el vestigio de aquellas venerables reliquias bajo un poco de hierba o de musgo roído continuamente por los carneros en el cementerio de la aldea. Era indispensable para semejantes reliquias un relicario adecuado.

Un castillo fingía perspectiva lejana: de rubíes y oro le forjé en mis ensueños; pero sus muros eran de arcilla... Una mañana se derrumbó el dorado castillo de mis sueños. El corazón, roído por un pesar muy hondo, se abandonó al miraje de una quimera loca; bebí, para curarme, de su copa sin fondo y su embriaguez me ha puesto amargor en la boca. Hundido en las tinieblas, muero calladamente.

Era la vida de tribu: los machos descansando, por el privilegio de su fuerza, esperando el sustento de las hembras que iban al bosque, o sea a la inmediata población. Maltrana, a los pocos días de estancia en las Cambroneras, conocía los nombres de todos los respetables tunos del hampa gitanesca, bronceados y ágiles, con el rostro roído por las viruelas.

Mallorca acogía con fiestas mitológicas al señor de las Españas y las Indias, de Alemania e Italia, gotoso ya, y roído por otras dolencias. La mejor nobleza de Castilla seguía al Emperador en esta santa empresa, alojándose en las casas de los caballeros mallorquines.

Fue inquisidor, también en Méjico, y trajo de allá estas cornucopias que ves alrededor de la sala junto a la cornisa del techo. Tiéneselas por cosa notable, aunque no lo parecen a la simple vista. Este vargueño tan roído ya por la polilla, también fue traído de Méjico por el mismo inquisidor... ¿Te fijas en la sillería, eh?

Alberto Glatigny era hijo de un carpintero. A los quince años tropezó en la bohardilla de la casa paterna un volumen, roído de polillas y medio deshecho, de las «Obras completas» de Ronsard, y aquel libro, cuyos versos se acostumbró á recitar en voz alta, fué para su alma temprana una revelación.

Es de noche: un hombre viejo y enfermo está solo en un gabinete. La tos le desgarra el pecho, tiene las piernas hinchadas por la gota, el estómago roído de dolores, y para que el sufrimiento sea completo, conserva el cerebro despierto y sano.

Es, pues, el caso de que los labradores ganaderos de la parte central de la provincia, cuando llega el mes de mayo, no solamente no tienen en el pajar un pelo de yerba de la recogida en el agosto anterior, sino que sus ganados han destrozado ya las mieses durante los meses de derrotas, y han recorrido las sierras bajas, y han comido escajo, picado á fuerza de ímprobos sudores, y han ido entresacando los herbalachos que crecen entre zarzas y matorrales, y hasta han roído el césped de las lindes de los camberones. ¡Calcúlese cómo viviría el ganado hasta el mes de agosto, época de la recolección y acopio de yerba para el invierno, si no tuviera más recursos que los ordinarios de casa, digámoslo así!

Palabra del Dia

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