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Actualizado: 21 de junio de 2025
Sintió él que se anudaban como tentáculos irresistibles en torno de su cuello los brazos soberanos, y que una boca dominadora se apoderaba de la suya lo mismo que en el Acuario... Y rodó bajo esta caricia de fiera, con el pensamiento perdido, olvidándose del resto del mundo, descendiendo y descendiendo por un mar de sensaciones nuevas, como un náufrago satisfecho de su suerte... Pero esta vez llegó al fondo.
Nanín se volvió rojo, exasperado, y avanzando hasta acercar su cara a la de Aldama exclamó con furor: ¿Qué decía usted? Tristán, sin retroceder poco ni mucho, respondió con igual fiereza: Lo que todo el mundo sabe: que es usted un imbécil. El marquesito alzó la mano y Aldama rodó por el suelo.
Dijo esto en castellano, y Desnoyers experimentó una sorpresa más grande que todas las que había sentido en sus largas horas de angustia á partir de la mañana anterior. ¿De veras que no me conoce? prosiguió el alemán, siempre en español . Soy Otto... el capitán Otto von Hartrott. El viejo descendió, ó más bien rodó por la escalera de su memoria, para detenerse en un peldaño lejano.
La Condesa se hubiera quedado sola con su servidumbre, si el cielo no hubiera dispuesto que el más alegre y entendido de sus hijos, cuando apenas tenía doce años, hiciese la travesura de montar en un potro cerril, que se despeñó y rodó con él por un barranco, dejándole lisiado para siempre, y tan cojo, que difícilmente podía salir de casa, a no tomar muletas, en vez de tomar las armas.
Doña Rebeca seguía avanzando hacia la infeliz; le echaba encima su aliento fatigoso y le escupía en la cara los insultos. Te aborrezco, usurpadora, infame; que no puedes ver a mi hija porque es mejor nacida que tú, y más guapa y más rica.... Dió un manotazo furioso encima del bastidor, que rodó por el suelo. La débil madera del telar había gemido rota.
La primera cabezada del sueño hízole dar con las narices en la mesilla de noche, y el libro rodó por el suelo: inclinóse, sin embargo, a recogerlo, porque el capítulo era interesante y quería terminarlo. A poco, un fuerte olor a trapo quemado llegó a sus narices, haciéndole incorporarse con sobresalto, temiendo los riesgos de un incendio.
Desnoyers lo tocó en una cadera, quiso despertarlo, é inmediatamente rodó por el lado opuesto. Estaba muerto; las entrañas colgaban fuera de su abdomen. Así había avanzado sobre su corcel, trotando confundido con los demás. Empezaron á caer en las inmediaciones enormes peonzas de hierro y humo. La artillería alemana hacía fuego contra sus posiciones perdidas. Continuó el avance.
Dijo sus últimos versos, y, entre sus sueños dispersos, lloró sus últimos versos. Postrer copa... Dió un suspiro y se suicidó de un tiro en la sien... ¡Postrer suspiro! Cayó al suelo la pistola y al cristal dió una aureola el humo de la pistola. El rodó bajo la mesa con se desgracia inconfesa, bajo el mármol de la mesa...
Pero estos cocodrilos no se deciden a irse repuso Van-Horn . ¡Aquí viene otro! ¡Duro con él, muchachos! gritó el Capitán. Dos disparos sonaron casi a un tiempo. El cocodrilo dió un salto que lo hizo caer al borde del banco, de donde rodó al río desapareciendo bajo el agua.
¡Que te quites, chicuela! gritó enfurecida. ¡Lárgate ahora mismo! Al mismo tiempo le dio un fuerte empujón. Josefina, después de tambalearse, rodó por el suelo, dando con la cabeza en el pie de una silla. Alzose llevando la mano al sitio dolorido, pero no lloró.
Palabra del Dia
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