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Actualizado: 19 de junio de 2025
5 Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan juntamente; y si hay algo en este varón, acúsenle. 6 Y deteniéndose entre ellos no más de diez días, venido a Cesarea, el siguiente día se sentó en el tribunal, y mandó que Pablo fuese traído. 7 El cual venido, le rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, poniendo contra Pablo muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;
Rodearon a Gallardo, siguiéndole en su marcha desde la presidencia a la puerta de salida. Le empujaban, queriendo todos estrechar su mano, tocar su traje, y al fin, los más vehementes, sin hacer caso de las manotadas del Nacional y los otros banderilleros, agarraron al maestro por las piernas y lo subieron en hombros, llevándolo así por el redondel y las galerías hasta las afueras de la plaza.
De pronto Ramiro levantó una pierna para cruzarla sobre la otra, y a un tiempo, como un solo ser, todos los roedores dispararon hacia los muros en instantánea fuga. Luego reaparecieron, se aproximaron, y cobrando confianza, rodearon por completo el asiento del joven hidalgo. Cuando Casilda regresó, Ramiro dormía profundamente. La muchacha contemplole un buen rato, temiendo quizá despertarle.
Los montañeses que formaban la partida le siguieron con la mirada. Sus largos cabellos rojos y rizados, sus enjutas y prolongadas piernas, sus anchos hombros, sus movimientos ligeros y rápidos, todo revelaba que, en caso de ocurrir un encuentro, cinco o seis kaiserlicks no saldrían bien parados de semejantes hombres. Al cabo de un cuarto de hora, rodearon el monte de abetos y desaparecieron.
Quedó la capilla solitaria, y una religiosa lega, que se deslizaba como una sombra, apagó las luces una a una, sin que la condesa de Albornoz se moviese de su sitio ni diese muestras de vida. Unos brazos la rodearon al fin en aquella soledad de que sólo Dios era testigo, y una voz muy conmovida le dijo muy bajo: Curra, hija mía... Abajo tengo mi coche... ¿Quieres que te lleve?...
¡Cómo! ¿V. no sabe jugar al bridge? exclamó la dueña de la casa, mirándome de pies a cabeza con su impertinente... Y luego añadió, ante sus invitados: ¡Este señor no sabe jugar al bridge! Su exclamación, dicha del modo más despreciativo, produjo consternación y casi espanto. Todos me rodearon, mirándome asombrados, como a un animal extraño o un criminal terrible.
"Apenas pusimos los pies en la ribera, cuando un escuadrón de pescadores, que así lo mostraban ser en su traje, nos rodearon, y uno por uno, llenos de admiración y reverencia, llegaron a besar las orillas del vestido de Auristela, mi hermana, la cual, a pesar del temor que la congojaba de las nuevas que la habían dado, se mostró a aquel punto tan hermosa, que yo disculpo el error de aquellos que la tuvieron por divina.
Taconeando como un húsar apareció la enviada en el dintel. Su larga falda, toda llena de barro, no estaba tan mustia como su cara. Todas la rodearon. ¿Qué hay? murmuraron los labios. ¡Qué no viene, que se vuelve desde Lucban! dijo con voz desfallecida la interrogada.
Se detuvo un momento, como si acabara de ocurrírsele una idea penosa. No crea usted que soy una de esas advenedizas hambrientas de goces y comodidades, por lo mismo que no los conocieron nunca. En mí ocurre lo contrario: necesito el lujo y el dinero para vivir porque me rodearon al nacer.
Pero, en fin, pasamos sin tropiezo hasta llegar a un punto donde el General, volviéndose en la silla, hizo una señal con la mano e inmediatamente nos rodearon los coraceros, de suerte que ninguna persona del pueblo hubiera podido llegarse hasta mí.
Palabra del Dia
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