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No había honradez como la de los pobres. ¿Y aún les tenían miedo creyéndoles malos?... El se reía de la honradez de los señores de la ciudad. Mia , Rafaé, qué mérito tendrá que don Pablo Dupont, pongo el ejemplo, con toos sus millones sea bueno y no robe nada a naide.

Yo doy por cierto y constante que Berenguer robe, destruya, y abrase las costas vecinas como él ofrece; ¿pero quién nos asegura que al tiempo que él estuviere corriendo los mares, los pocos que quedaren en Galípoli no sean perdidos? ¿Y entonces Berenguer á donde podrá su armada, donde los despojos de su victoria? ¿No le queda puesto ni lugar seguro hasta Sicilia; pues yo por mas cierto tengo el perderse Galípoli si él sacáre la gente que está en su defensa para guarnecer la armada, que seguro de su victoria.

Fió el buen rey Nabuzan su cuita del sabio Zadig. Vos que tantas cosas sabeis, le dixo, ¿no sabríais modo para que tope yo con un tesorero que no me robe? por cierto, respondió Zadig; un modo infalible de buscaros uno que tenga las manos limpias. Contentísimo el rey le preguntó, dándole un abrazo, como haria.

Desde que he puesto el pie en la altiplanicie andina, sueño con la catarata, y cuando, al cansado paso de mi mula, llegué a aquel punto admirable que se llama el Alto de Robe, desde el cual vi desenvolverse a mis ojos atónitos, la inmensa sabana, pareciome oír ya «del Tequendama el retemblar profundo».

Ahora es lo mismo. Hace tiempo que buscaba esta ocasión... te atisbaba con vigilante mirada... quería robarte, como te robé en casa de los Requejos, y al fin lo he conseguido... Que venga acá doña María a arrancarte de mi poder. Lo demás te lo dirá tu prima. Ya llegamos.

; la hija de aquella Margarita que yo robé de su casa; la hija que me quitó un hombre una noche cuando iba á dejarla en la puerta de un convento, dejándome tres puñaladas, de las cuales estuve á la muerte; la hija de quien no volví á saber, hasta que la conocí siendo á la vez querida secreta de don Rodrigo Calderón y pública del duque de Lerma. En una palabra: la comedianta Dorotea.

Deseo hacerte comprender las vacilaciones de mi espíritu, y de qué suerte, con incesantes alternativas, paso de la tranquilidad apacible al dolor desesperado. Nunca engañé, ni ofendí, ni robé, ni herí a nadie. En nada de esto pequé ni tengo de qué arrepentirme. En ocasiones, la fe perdida renace en .

Al volver, su mujer estaba sentada en la cama. ¡Es decir, que temes que te la robe! ¡Qué soy una ladrona! No mires así... Has sido imprudente, nada más. ¡Ah! ¡Y a ti te lo confían! ¡A ti, a ti! ¡Y cuando tu mujer te pide un poco de halago, y quiere... me llamas ladrona a ! ¡Infame! Se durmió al fin. Pero Kassim no durmió.

Dios junto a os ha puesto; Dios ha querido que, habiendo mi corazón repugnado siempre el amor, en él por vos haya caído en breves horas, y de tal manera, que a la locura del amor llegada, vuestra esposa me hayáis hecho y héchoos mi esposo ante Dios, que el juramento de nuestras almas ha oído; y Dios ha debido quererlo, porque yo no cómo, dolorida y desesperada por la eterna separación de la adorada madre mía, esto ha sido, o más bien ha sido por esto; que la yedra que pierde el árbol que la sostenía, si otro árbol encuentra próximo, a él vase y a él se estrecha con más fuerza que con la que al otro que perdió se asía; y pues yo soy la yedra y vos el árbol, y por el amor la yedra al árbol se une, no me hagáis temer, único apoyo y sustento mío, que en peligro me veo de que otra hacha enemiga el dulce arrimo a que llena de esperanza me he enlazado, me robe.

Sin contar que no escaparéis á la venganza del arrendatario de Munster cuando sepa la villana manera como tratáis á su hermano en sus mismas tierras. ¡Nuestra Señora de Rocamador me valga! exclamó asustado el malhechor bajando su arma. ¿Vos hermano de Hugo de Clinton? ¡Cómo había de figurármelo! No seré yo quien os robe ni os detenga un momento más.