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Actualizado: 29 de junio de 2025


En las pinturas de los muros está el cuento famoso de la guerra de los dos hermanos locos, que se pelearon por ver quién se quedaba, con la princesa Ara: hay procesiones de sacerdotes, de guerreros, de animales que parece que miran y conocen, de barcos con dos proas, de hombres de barba negra, de negros de pelo rizado; y todo con el perfil firme, y el color tan fresco y brillante como si aún corriera sangre por las venas de los artistas que dejaron escritas en jeroglíficos y en pinturas la historia del pueblo que echó sus barcos por las costas y ríos de todo Centroamérica, y supo de Asia por el Pacífico y de África por el Atlántico.

¡Cuántas veces en el púlpito, ceñido al robusto y airoso cuerpo el roquete, cándido y rizado, bajo la señoril muceta, viendo allá abajo, en el rostro de todos los fieles la admiración y el encanto, había tenido que suspender el vuelo de su elocuencia, porque le ahogaba el placer, y le cortaba la voz en la garganta!

Además, sobre la cabecera del lecho había pegado a la pared con pan mascado una estampa de un San José muy bonito, con el pelo rizado a fuego lento, las mejillas sonrosadas y sosteniendo sobre la palma de una mano un niño en pie, como si le enseñase a hacer títeres, mientras enarbolaba en la otra un palo con más flores que moño de sevillana.

La imagen modesta, la iglesia desmantelada y sin más adorno que algún rizado cirio y humildes flores aldeanas puestas en toscos cacharros de loza, todo excitaba en Julián tierna piedad, la efusión que le hacía tanto provecho, ablandándole y desentumeciéndole el espíritu.

No es mas mudable é inconstante el mar azotado por los huracanes, mecido por el zéfiro, rizado con el aliento de la aurora, inmóbil con el peso de una atmósfera de plomo, dorado con los rayos del sol naciente, blanqueado con la luz del astro de la noche, tachonado con las estrellas del firmamento, ceniciento como el semblante de un difunto, brillante con los fuegos del medio dia, tenebroso y negro, como la boca de una tumba.

Luego, el empleado fue presentándole a otros: el Golfín, un angelito de pelo rizado y ojos garzos, con el que había que tener gran vigilancia por la intensa simpatía que inspiraba a sus compañeros; el Boto, el Feo y el Paniego, que llevaban varias temporadas en el establecimiento, y siempre «trabajaban» juntos; el Morritos, el Lentejas y el Lagarto, que aún no contaban trece años, pero tenían sus novias fuera de la cárcel, lo que les daba gran prestigio entre los compañeros.

Con la confianza que da el vivir bajo un mismo techo, y la que presta todo viajero, me acerqué á la mestiza, sirviéndome de introductor su pasado mareo. Hablamos de varias cosas, indiferentes al principio, acentuadas después, é intencionadas más tarde. Enriqueta tenía suelto su rizado y hermoso pelo, este arrancó de mis labios la primera palabra del arriesgado lenguaje de las personalidades.

El supuesto barco mercante y sus dos perseguidores se dirigían rápidamente hacia el oeste, dejando al norte la costa de San Albano. No se divisaba otra vela en todo el horizonte. Roger permanecía cerca del timón, mirando las galeras enemigas y recibiendo de lleno en el rostro la fuerte brisa del mar que agitaba su rizado cabello rubio.

A las cinco se sirvió la comida. Las mestizas no se presentaron. La mar se había rizado á las caricias de un fresco Noroeste. Los balances cada vez más sensibles avivaron la comida, que fué servida en la cámara.

Después comenzó la parte monótona de la procesión. Un desfile de más de cien imágenes con sus correspondientes cofradías y asilos; más de un millar de cabezas que pasaban por debajo de los balcones con la raya partida y el pelo aceitoso o rizado.

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