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Actualizado: 22 de junio de 2025
Lo cierto es que lo estás, pues de otro modo no tiene explicación el tono displicente con que me respondes hace rato. Es una suspicacia tuya. Te respondo como siempre. Ricardo contempló en silencio a su novia, que separó la vista fijándola en don Serapio. Podrá ser; pero no lo veo claro.
Ricardo penetró por las habitaciones de la casa de Elorza con la indiferencia del que se encuentra dentro de la suya, sin quitarse siquiera el sombrero. Cuando entró en el gabinete de doña Gertrudis, esta señora se hallaba tomando una taza de caldo ayudada por dos criadas.
Entonces se abrazaron con abandono, y ella apoyando la mejilla en la cara de Julio, sólo sentía un deseo dulce de morir. En ese momento acudieron precipitadamente Zoraida y Carmen. ¡Ha venido un hombre, no sabemos quién es! El desconocido visitante estaba en el vestíbulo. La sirvienta, que no había podido detenerle, trajo la tarjeta. Leyeron el nombre: "Ricardo Muñoz".
Separados por potreros que parecían dilatadísimos, veíanse los bosques de las estancias disminuidos por las lejanías, hasta sugerir la idea de pequeños montecillos, y así lo hizo notar Ricardo: ¿Por qué tienen tan pocos árboles junto a las casas, Baldomero?
Habían empezado á caminar, é insensiblemente se dirigieron hacia el pueblo. Ricardo marchaba á pie, con una mano apoyada en el cuello del caballo y los ojos en alto, para ver á Celinda mientras hablaba. Los peones, dando por terminado el trabajo, recogían sus herramientas.
No contento con la zizaña que habia sembrado en Buenos Aires, pasó á Madrid, donde las recomendaciones que llevaba, y los servicios que habia prestado, le pusieron en contacto con D. Ricardo Wall, sucesor de Carvajal, y comprometido en todos sus planes.
Al regresar hacia las casas y agotados casi los temas, que el paseo sugería, Lorenzo dijo: Todo esto es muy interesante; pero lo mejor que he encontrado hasta ahora para mí, es Baldomero, ¡qué gran tipo! ¿Más interesante que la «Pampita»? le preguntó Melchor sonriéndose. No para Ricardo, sin duda; pero sí para mí y agregó: Ricardo está enamorado de la Pampita; pero yo lo estoy de Baldomero.
¿Y cuando no se trata de flores? le dijo Ricardo, bajando un poco el tono de la voz. ¿Y de qué?... ¿de pájaros?... ¡Me pasa lo mismo! ¿Y si se tratara de personas? insistió Ricardo, más subyugado cada vez por la Pampita. Exceptuando a mi padre y a mi hermana... más o menos lo mismo. ¿No tiene usted más familia? intercedió Lorenzo.
Entretanto, Ricardo trabaja en el campo; cura ovejas, marca novillos, hace apartados, traza nuevos potreros, levanta alambrados. No te puedes imaginar la actividad que desarrolla. Va poniendo la estancia que es una maravilla. Está fuerte, curtido; colorado. Su contacto con la Naturaleza, con el sol, el aire, las lluvias, le da un brío y una fortaleza admirables.
En aquel momento entraba Marta en el gabinete. Al pasar por delante de Ricardo, éste la cogió de una mano y la obligó a sentarse sobre sus rodillas, haciéndole una muda caricia con los ojos, sin dejar de atender a la conversación. La niña se sentó sin resistencia y escuchó también en silencio. ¿Pero de veras dice eso? preguntó don Máximo.
Palabra del Dia
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