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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Esa Francisca desea demasiado casarse y ese deseo es chocante en una señorita... ¡Bah! váyase por las que no lo desean bastante dijo Genoveva. Hay en esto un buen sistema de compensaciones... La de Ribert no respondió, pero su cara expresaba una penosa ansiedad.
Todo eso es estrictamente necesario... Sí dijo la de Ribert, un gasto a que se está acostumbrado, se convierte, en efecto, en una necesidad.
La de Ribert decía hablando de él: El alma hermana de usted. Genoveva iba más lejos y decía: Tu alter ego. Figúrese usted, señora, que este señor Baltet no me parece ya un extraño... Le adopto, le acaparo y hago causa común con él... De prisa vas respondió Genoveva maliciosamente. ¡Qué lástima, mamá, que el señor Baltet y Magdalena no se conozcan!...
La abuela, que se reunió con nosotros en este momento, cambió con la de Ribert una mirada de inteligencia que me ruborizó... Por fortuna, la conversación tomó otro sesgo. ¡Dios mío, te lo ruego, haz que ni la abuela ni la de Ribert adivinen mi niñería! 10 de febrero. Francisca, extrañada porque no me encuentra en ninguna parte, ha venido a buscarme esta mañana.
El padre Tomás, conocido y apreciado por el pueblo entero, lo que no es frecuente en Aiglemont, es también íntimo de los Ribert. El cura sacó en seguida la conversación de las solteronas, ayudado por la de Ribert, apasionada por todo lo que se refiere a la evolución femenina.
Sí, las víctimas lo son siempre, es sabido. Pero me es imposible darte las gracias a pesar de mi buena voluntad... Adiós, pues... Y Francisca desapareció, muy feliz sin duda, por haber terminado su nueva comedia. Qué razón tenía la de Ribert y la abuela al ponerme en guardia contra ella... ¿Por qué no las he escuchado?... ¡Ay! ya es tarde... 31 de marzo Se habla mucho del matrimonio de Francisca.
Ella, que tiene por principio que la camarada es la mujer del porvenir, no podía evidentemente conformarse con este nuevo concepto de la camarada, y esto le hacía perder su buen humor acostumbrado. Este señor razona muy bien... ¿Qué os parece? preguntó la de Ribert, echando una mirada a Francisca. Ese señor es un imbécil dijo levantándose bruscamente.
Se convino que a las tres dadas me encontraría dispuesta para acompañar a la abuela, y como no quería, de ningún modo, sufrir un interrogatorio malicioso, envié dos letras a Francisca para que se encontrase a las tres en casa de la de Ribert. Contaba con ella para cambiar de conversación e impedirla que fuese desagradable para mí.
Pero, Francisca dijimos con indignación, ¿cómo puede usted decir una cosa semejante? Dios mío, no griten ustedes tanto respondió poniéndose las manos en los oídos. Certifico que un exceso de cualidades en la mujer aleja a los pretendientes... En cambio una llena de defectos se casa en seguida. Entonces está usted madura para el matrimonio respondió la de Ribert medio enfadada, medio en broma...
¡Dios mío! dijo por fin, si fuese Magdalena la que pusiera ese anuncio, diría que era imposible de todo punto... Así lo comprende mamá hizo observar Genoveva. Pero la señora de Ribert, a quien todo el mundo conoce como mujer seria, inteligente y ocupada en trabajos intelectuales, puede perfectamente hacer lo que le plazca. No veo ninguna razón para negar la autorización solicitada.
Palabra del Dia
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