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Actualizado: 5 de julio de 2025


Esto es hablar para no decir nada dije a Genoveva, devolviéndole la carta. No replicó la de Ribert, es el lenguaje de un amable egoísta... La belleza y la bondad del celibato son la eterna canción de los que rehuyen las cargas de una familia. Se pueden encontrar mejores razones... Empiezo la otra exclamó Genoveva. No nos detengamos en el egoísmo. «X. Y. Z. a la señora...

Pero, por fortuna mía, están ahí el día de año nuevo y el de mi santo para corregir los rigores de mi presupuesto. Y la abuela es tan buena con su nieta... Al salir de misa, las de Ribert me llevaron a su casa, para darme lectura de dos nuevas epístolas.

¡Bah! respondió Genoveva siempre indulgente. Es esa una crisis por la que pasan muchas jóvenes... Ya pasará; te lo aseguro. Pero es una crisis peligrosa observó la de Ribert; su corazón y su cabeza se atrofian visiblemente... No se fíe usted, Magdalena... No debía usted decírselo todo a Francisca como lo hace.

Respuesta a las iniciales A. B. C. Oficinas del periódico.» ¿Qué pensáis de esto? ¡Perfecto! exclamé saltando de alegría. Pronto, un sobre... ¡Oh! señora, qué agradecimiento... Qué feliz soy... Espere usted, Magdalena dijo la pobre señora de Ribert, aturdida por mi turbulencia. Espere usted; hacen falta aún mil cosas. Qué niña...

Las solteras forzosas han gritado tanto sus desilusiones, que el mundo, generalmente poco benévolo, ha creído que todas las solteras estaban en el mismo caso. ¡Vírgenes y mártires! exclamó muy contrariada por esta nueva concepción. ¡Es completo! La de Ribert y Genoveva se echaron a reír. Mi consternación les divertía.

¡Ay!... todo está acabado desde ayer... desapareció aquella dicha que tanto me ilusionaba... El señor Baltet se casa, , pero... con Francisca... Es en Francisca en quien ha reparado; es a Francisca a quien ama; a ella es a quien pide en matrimonio, por medio de la de Ribert, consternada.

Estaba yo tan nerviosa por las interminables discusiones que había tenido que sostener con la abuela en los últimos días, que me eché a llorar. Genoveva me abrazó. ¡Oh! no llores, Magdalena... Qué niña eres... Nadie te obliga a casarte... razonable... Razonable... Que si quieres... Cada vez lloraba más... La de Ribert parecía consternada y Genoveva, para consolarme, acabó por llorar también.

Esta Genoveva tiene teorías aventuradas. Si la oyese la abuela... ¡Bah! dijo Genoveva con serenidad. Mi socialismo no hace daño a nadie, y estoy segura de que tu abuela lo aprobaría. En teoría, puede ser que . Pero en la práctica, puedes estar segura de que no sería lo mismo. Jamás me dejará la abuela casarme con un joven sin fortuna... Pasemos al número tres dijo la de Ribert.

Es lo que yo pensaba. Me ha satisfecho, sin embargo, oírselo repetir a una mujer que ha tenido ciertamente algo de ese género que reprochar a su marido. Aunque se suponga lo contrario, la experiencia de los demás nos aprovecha siempre un poco. Con la de Ribert he reanudado mis averiguaciones relativas a las solteronas.

Mientras que aquí es... Una maldición terminé, un poco pensativa. Cómo huele esta carta a decadencia... El retoño de una raza fuerte, no escribiría una carta semejante. El espíritu caballeresco, Magdalena, está muy enfermo respondió la de Ribert. En ninguna de estas cartas se encuentra la más pequeña huella de él.

Palabra del Dia

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