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Otros han tenido los besos de los padres como el aplauso primero a sus demostraciones de hombría, de saber y de talento: Martí no; Martí no tuvo en el hogar más que áspera voz, seca riña, cruel amenaza, injusta reprensión de la mano como única recompensa a sus precoces anhelos de gloria y honores....

Pero eso no tiene que ver, ¿verdad? Pues ahora soy mucho más mala. ¡Ay!, señora, he cometido un pecado tan grande, tan regrande, que no creo que me lo perdone Dios. ¿Apostamos a que es cualquier tontería? ¡Ay, señora, ojalá fuera tontería!... Voy a decírselo... Pero no me riña mucho... Pues anoche estuvo aquí mi marido, hablamos, y le di veinte duros para que comprara un revólver.

Los padrinos de los particulares desafiados, cumpliendo con las leyes del honor y del duelo, no consienten que nadie riña en él con ventaja, ni uno contra cuatro, ni con mejores ni más poderosas armas éste que el otro, sino que todo lo equilibran procurando la posible igualdad de fuerzas ó de destreza y de probabilidades del triunfo.

Arnoldo Le Poer lanza en la Irlanda de 1327 este terrible insulto al caballero Mauricio de Desmond: «Sois un rimadorPor lo cual se empuñan las espadas y se traba una riña, que es el prólogo de guerra sangrienta.

Que á las pocas calles encontró un alcalde rondando, y que por de prisa que llegaron al lugar de la riña, encontraron á los delincuentes huidos y al señor don Rodrigo mal herido y desmayado y abierta la ropilla como si hubiese sido robado, rodeado de los criados del señor duque de Lerma, que habían acudido con antorchas; que trasladaron al señor don Rodrigo á la casa del señor duque, y puesto en un lecho y llamado un cirujano, el alcalde tomó declaración indagatoria bajo juramento apostólico al declarante; y á los criados del duqueEsta, excelentísimo señor, es la declaración de Francisco de Juara tomada por , y á cuyo pie el declarante ha puesto una cruz por no saber firmar.

Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y rómpaselas, pero si hiciere sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele: porque lícito es al poeta escribir contra la invidia, y decir en sus versos mal de los invidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna; pero hay poetas que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de Ponto.

Porque si duraba mucho la avenencia, y no se presentaba motivo de riña, se encargaba ella de buscarlo, hastiada, sin duda, de hallarse en paz con su marido. Si hacía una cosa por proporcionarle un goce cualquiera, en vez de agradecérselo, le pagaba generalmente con alguna burla o sarcasmo. Todo le parecía poco. Los mayores sacrificios los encontraba pequeños.

Disimulé, fue mi padre, curó al muchacho, apaciguólo y volvióme a la escuela, adonde el maestro me recibió con ira hasta que, oyendo la causa de la riña, se le aplacó el enojo considerando la razón que había tenido.

Idos si queréis dijo Juan Montiño , que yo estoy resuelto á quedarme y á cumplir lo que he prometido. No, no me iré, puesto que me necesitáis: aquí me estoy con vos y venga lo que viniere. He reparado en un bulto que me sigue desde después de mi primera riña con don Rodrigo. ¡Ah! ¿? ¿un bulto? razón más para que yo me quede. Y ese bulto está allá abajo, junto á la esquina.

Nos fuimos casa del maestro Tirante, y este caballero ha tirado con él. Le ha plantado en un santiamén cinco botonazos y tres tajos; entonces me dijo el maestro Tirante: Aunque riña solo contra dos, dejadle, señor Saltillo, que no se le acercarán. Gracias á mi pobre tío dijo Juan Montiño.