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Actualizado: 18 de agosto de 2024


Edmundo De Amicis, en algunos de sus libros afortunados, ha hablado de la página magistral, la página clásica, la página estupenda que todo escritor debe tener conciencia de haber escrito o poder escribir, para poder así llegar a la posteridad. Una de esas páginas, por ejemplo, es la que se refiere a la «riña de gallos» en el libro sobre España.

Por engañar mas al rey, le hizo Cador una falsa denuncia contra nosotros dos, fingiendo que llevábais vos el camino de la India, y yo el de Menfis; y enviáron gente en nuestro seguimiento. No me conocian los mensageros que fuéron en busca riña, porque casi nunca habia mostrado mi semblante, como no fuese á vos, delante de mi marido y por órden suya.

La música cesó. Todos miraban con ansiedad hacia el lado de la explanada donde estaban los de la riña. Siga la juerga ordenó Dupont como un tirano bondadoso. Aquí no ha pasado nada. Sonó otra vez la música, reanudaron la danza las parejas, y el señorito volvió al corro. La silla de Mariquita estaba desocupada. Miró en torno y no vio a la joven en toda la plazoleta.

Esa riña inconciliable con el presente, es, pues, un fenómeno curioso en un espíritu de esa altura, y nos sería lícito esperar que la influencia de tales ideas se limitase al respeto de la forma y no alcanzase a obrar sobre la percepción de las cosas. ¡Qué acentos de indignación encuentra Caro para increpar a Quintana su grito generoso, humano, cuando, reconociendo las crueldades de la conquista, quiere alejar de su patria la maldición de un mundo y echar la responsabilidad sobre la época!

Es tal la veneración que tiene el indio por su gallo, que creería cometer una profanación si verificada la riña apelase á malas artes para anular el fallo que da el sentenciador que en representación de la autoridad asiste á las galleras. De Bulusan á Barcelona. Situación y estadística. Gubat. Censo civil y parroquial. Casiguran. Su etimología. Campos y productos. Minas de azogue. Estadística.

Perdonad, señora me dijo ; pero temo más las consecuencias de no llevar una contestación vuestra á la persona... ¿qué digo? al ilustre personaje que me envía, que la riña que pudiera tener con vuestros criados. Ya lleváis contestación á esa persona. A la persona que me envía, no se la puede contestar de ese modo me dijo , porque esta persona... ¡Me ultraja!

El pobre chico se quedó viendo visiones. ¿Por qué tal improperio? ¿Dónde, cuándo ni cómo había escandalizado él?... ¡Carape con el dicho... y en mitad de la calle, y a quemarropa!.. Y aunque hubiera escandalizado, ¿qué le importaba a ella?... ¡Vaya con la grandísima!.. Pero ¿no era creíble también que la palabrota que parecía un insulto a él, fuera simplemente una de las dichas por la Escribana en el calor de la riña sorda en que iría empeñada con sus hermanas, como de costumbre?... En fin, no lo entendía; y después de todo, ¿qué más le daba?

Los dueños de los gallos se retiran á otra señal, y los combatientes se contemplan con las plumas erizadas, mueven la cabeza y se arrojan uno sobre otro, continuando la riña hasta que uno de ellos cae mortalmente herido.

Yo con esto quedé como muerto, determinado de coger lo que pudiese en breves días, y salirme de casa mi padre: tanto pudo conmigo la vergüenza. Disimulé; fué mi padre, curó al muchacho, apaciguólo y volvióme a la escuela, adonde el maestro me recibió con ira; hasta que oyendo la causa de la riña, se le aplacó el enojo, considerando la razón que había tenido.

Permanecieron los tres en silencio. Luego el francés dijo en voz baja: Mi carrera perdida; mi familia abandonada... ¡Y lo más horrible es que no siento odio alguno al pensar en ese infeliz!... ¿Qué será de ? Robledo era el único de los tres capaz de una resolución enérgica en aquel momento. Lo primero es huir, Canterac. Este asunto hará mucho ruido, y no puede taparse como una riña de boliche.

Palabra del Dia

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