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Actualizado: 18 de julio de 2025
Y como toda la huerta pensaba así, en vano al día siguiente de la riña pasaron y repasaron por las sendas dos charolados tricornios, yendo de casa de Copa á la barraca de Pimentó para hacer preguntas insidiosas á la gente que estaba en los campos.
Por esto, él, que hasta entonces había tratado a distancia y con cierto despego a su hermano, sentía un recrudecimiento de cariño fraternal. Pero a los dos días de ocurrida la riña le dijeron que Rafael y Roberto iban juntos otra vez, apuntando sobre el tapete verde en fraternal combinación.
Juan Montiño había oído hablar muchas veces á Quevedo, tres años antes, en ocasión en que andaba huído en Navalcarnero, por cierta muerte que había causado en riña, muchas y picantes aventuras acontecidas en la corte: sabía que la corrupción de las costumbres había llegado en ella al último límite, que las damas más principales solían verse muchas veces, á consecuencia de sus galanteos y de sus intrigas, en situaciones extraordinariamente extrañas y comprometidas; ¡pero la reina!... la lengua de Quevedo, que nada respetaba, había respetado siempre á las damas de la familia real; acaso el gran mordedor, el gran satírico, había guardado silencio por consideración, por afecto, por un galante respeto, acerca de la reina y de las infantas... pero...
Después de la famosa riña en la fuente de la Reina, la huerta entera estuvo varios días hablando de los amores de Roseta con el nieto del tío Tomba. El carnicero de Alboraya bufó de coraje contra su criado. ¡Ah, grandísimo pillo! Ahora comprendía él por qué olvidaba sus deberes, por qué perdía las tardes vagando por la huerta como un gitano.
Y dejaba pasar los días en continua vacilación, pensando con inquietud en la ira que de ella se apoderaría, esperando, como todos los débiles, en que algún acontecimiento imprevisto le sacase del compromiso. Aquel modo de romper las relaciones, sin riña, sin convenio, sin explicación alguna, era realmente original, pero muy propio de su carácter. Nada sabía de los martirios de su hija.
La revelación, una vez hecha por medios verosímiles, ordenados con exquisito arte, hace inevitable el conflicto. Los dos rivales salen al campo y riñen a puñaladas. La riña está vigorosamente descrita. Muere en ella el burlador, que en los últimos momentos y escenas de su vida se ha mostrado generoso y simpático. Así termina la novela.
Si vale comparar rostros de personas con rostros de animales, y si para conocer a la Burlada podríamos imaginarla como un gato que hubiera perdido el pelo en una riña, seguida de un chapuzón, digamos que era la Casiana como un caballo viejo, y perfecta su semejanza con los de la plaza de toros, cuando se tapaba con venda oblicua uno de los ojos, quedándose con el otro libre para el fisgoneo y vigilancia de sus cofrades.
Al día siguiente hizo averiguaciones para conocer con exactitud lo ocurrido; y los calaverillas de la Bolsa, que sabían lo de la riña, le enteraron con una exactitud cruel. Quien había aporreado a su hermano era Roberto del Campo. Los dos cenaron en un restaurant para conmemorar los buenos golpes que habían dado en la ruleta del Sportsman Club.
Ella misma no me recibirá dijo: esto ha sido una casualidad. Tiene cara de sufrir mucho ... en compañía de esa fiera, sin ver á nadie ni hablar con nadie.... Maquinalmente se dirigió otra vez á la casa, y continuando su soliloquio, decía: Tal vez la riña por haber hablado conmigo; tal vez, aparentando distracción, oyó cuanto me dijo, se habrá ofendido y la maltratará.
Temía éste con razón, vista la actitud de los de Lorío, que hubiese pronto riña, y persistiendo en su orgulloso retraimiento no quería tomar parte en ella. Se hallaba sentado al lado de Demetria, debajo de uno de los grandes nogales que circundan el campo.
Palabra del Dia
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