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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Entre los conductores, los aldeanos y los caballos, que relinchaban, se revolvían y echaban chispas por las cuatro patas, marchaba gravemente un gendarme a caballo, el señor Kels, el cual parecía no oír nada y decía de una manera grave: Valor, valor, amigos... Todavía tenemos que hacer hoy dos viajes... ¡Vosotros seréis beneméritos de la patria! Juan Claudio atravesó el puente.
Aquí se veia una serie de cazuelas con líquidos negruzcos, cenicientos, parduzcos, ninguno de buen color, todos de mal olor; allí unos pedacitos de goma pegajosa, desagradable á la vista; enormes calderas estaban hirviendo, donde se revolvian trozos de madera en bruto, y en las cuales se iban echando unas hojas secas, que al parecer solo podian servir para tirar á la calle.
Cuando se cansaban de imitar á los cómicos con ruidoso choque de espadas y caídas de muerte, Ulises y otros amantes de la acción proponían el juego de «ladrones y alguaciles». Los ladrones no podían ir vestidos con ricas telas, su uniforme debía ser modesto. Y revolvían unos montones de trapos de colores apagados que parecían arpilleras.
Mal ahogados suspiros brotaban de su pecho, en el cual sentía opresión dolorosa; tenía vértigos, la vista se le nublaba, se le dormían los dedos o notaba en ellos calambres e insólito frío; las imágenes y especies que guardaba su memoria se revolvían en confusión; le dolía la cabeza y hasta se le trababa la lengua y tartamudeaba cuando hablaba con Ramón, su criado.
»Y discurrí, y fatigué la enardecida máquina de mis ideas..., todo para la pobre víctima de mis enormes faltas: yo, su verdugo, no tenía derecho ni a disculparme para moverla a que me las perdonara. ¡Pero era tan estrecho el círculo en que se revolvían mis pensamientos por la naturaleza misma de las cosas meditadas!, ¡había un enlace tan íntimo entre lo que era irremediable y lo que podía tener algún remedio!
Todas estas cosas, y otras muchas que omito, habían formado en torno suyo una leyenda, mitad caballeresca, mitad rufianesca, que le hacía muy conocido y popular en la ciudad. Se me revolvían todas ellas en la cabeza al hablar con él, y le contemplaba con muchísima curiosidad y mezcla de repugnancia y admiración.
En el patio, los alabarderos se revolvían con los cocheros y lacayos, y era como una gran cazuela en que hirvieran miembros humanos de muchos colores, retorciéndose a la acción del calor... Su mamá y su papá volvieron a aparecer... ¡Vaya, que iban hermosotes! Pero mucho más bonito estaría su papá cuando se hiciese caballero del Santo Sepulcro.
¡Por el alma de tu padre, sálvanos! ¡te daremos tanto oro que podrás llenar tu tartana! aullaron los contrabandistas. E imploraban con las manos juntas, mientras que tres de ellos se revolvían en las últimas convulsiones de la agonía. ¡Dios mío! ¡Dios mío! balbuceó el fraile. Y el desgraciado se retorcía los brazos y se revolcaba sobre la roca ensangrentada.
Mientras fuera se revolvían furiosamente las aguas agitadas por la tempestad, en aquel lago reinaba la más absoluta calma. Su superficie estaba tranquila y era bruñida y lisa como la de un espejo metálico. Apenas la chalupa hizo moverse la superficie de sus aguas, despidieron éstas resplandores fosforescentes. Pero ¿dónde estamos? preguntaron Hans y Cornelio.
Era tan grande su susceptibilidad nerviosa, que todas las impresiones que recibía eran intensísimas, y el gusto o pena que de ellas emanaban, le revolvían lo más hondo de sus entrañas. Sintió como deseos de llorar... Aquella música vibraba en su alma, como si esta se compusiera totalmente de cuerdas armoniosas. Después alzó la cabeza y se dijo: «¿Pero estoy dormido o despierto?
Palabra del Dia
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