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Actualizado: 10 de mayo de 2025


La embriaguez de la sangre había enardecido a la bicha. El cazador lanzó un juramento sordo antes de volverla al saco; le había clavado en un dedo sus agudos colmillos. Isidro abandonó de mala gana el lecho de hojarasca, para seguir a la cuadrilla en busca de nuevas bocas. ¿Por qué no se retiraban ya? La operación estaba vista. Pero el Mosco protestó. ¿Retirarme?... ¡Botones!

»¡Olga! exclamo. ¿Has podido pensar eso de ? ¿No te acuerdas?... »Y lo que le recordé fue cierta noche, en casa de su padre, cuando fui a pedir la mano de Marta y en que estuve a punto de retirarme tristemente con una negativa, pues Marta quería sacrificarse y sacrificar su dicha, para que yo pudiera elegir a otra.

A ella, muy ocupada en correr el cerrojo de la puerta del corredor, que, como sabes, está siempre cerrada para evitar la corriente de aire. Espantado, quiero retirarme; imposible; me siento completamente paralizado. Al verme, ella se detiene, y, como sobrecogida de vergüenza, se oculta el rostro entre las manos.

Todavía recuerdo una noche en que sentado en la butaca de un teatro escuchando cantar cierta ópera me preguntaba el amigo que tenía á mi lado: «¿Te gustaNo le respondí con rabia; preferiría ahora estar sentado debajo del corredor emparrado de mi casa oyendo ladrar los perros». También recuerdo otra noche en que al salir del café y retirarme á casa tropecé con tres hombres que iban cantando una de nuestras baladas más conocidas, la del galán d'esta villa.

»Y yo, al retirarme, muy avergonzado, me decía: ¡esto no es más que lo que mereces, presuntuoso! »Y he aquí que hoy, querido tío... no puedo escribirlo... Mi mano se detiene. ¡Es tal la felicidad y tan inesperada, que casi me abruma! ¡Mañana, tío, mañana te lo contaré todo! »Por la mañana tengo que ir a la granja. Volveré como a las doce, e inmediatamente haré la penosa diligencia ante mis padres.

D. Baltasar de Zúñiga, que me lo oyeron decir diversas veces en los discursos largos que tuvieron conmigo, y los ofrecimientos que muchas é infinitas veces hice de retirarme á donde me mandase mi Rey á vivir y morir como fiel y leal vasallo.

Eran la señorita Margarita, apoyada en el brazo del señor de Bevallan, la señorita Helouin y la señora Aubry seguidas de Alain y Mervyn. El ruido que hacían al aproximarse, había sido apagado por el ruido de las cascadas; sólo estaban á dos pasos de , no tuve tiempo para retirarme, fué preciso que me resignara al desagrado de verme sorprendido en mi actitud de pensador melancólico.

Cuando me ponía a pensar que había venido de los confines de occidente, para traer a una provincia china la abundancia de mis millones, y que, apenas llegué, fuí saqueado y apedreado, me agitaba un rencor sordo y pasaba horas enteras en mi cuarto, meditando venganzas horribles. Retirarme con mis millones era lo más práctico y fácil.

Pues galgos no me habían de faltar, habiéndolos sobrados en mi pueblo; y más, que entonces es la caza más gustosa cuando se hace a costa ajena. -Real y verdaderamente -respondió el del Bosque-, señor escudero, que tengo propuesto y determinado de dejar estas borracherías destos caballeros, y retirarme a mi aldea, y criar mis hijitos, que tengo tres como tres orientales perlas.

Me haréis en ello gran merced; y como supongo que necesitaréis de vuestro tiempo, me pongo á vuestros pies y os pido licencia para retirarme. Supongo que nos volveremos á ver. Nos volveremos á ver... ¡de seguro! Pues adiós, don Francisco. Que os guarde Dios, señora. Y tomando una mano á la de Lemos y besándola cortésmente, y lanzándola rápidamente una mirada en que había todo un discurso, salió.

Palabra del Dia

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